En la pantalla del celular se dibujó una sorprendente imagen: 911, llamada entrante. Pensé en un daño del celular o un llamado accidental al número correspondiente a emergencias de vida o muerte. Respondo. Un señor indica que quiere “verificar” y luego “escalar” para “corregir“ el caso que se presentó una semana antes cuando, milagrosamente el Servicio de Emergencias 911 respondió una llamada y llanamente, sin más, respondió que “no tenía ambulancias”. La emergencia, el llamado de una joven ante un guardia de seguridad herido con una gran punta de vidrio incrustada en el cuello, claramente en una arteria. Sencillo, el servicio de emergencias de Quito no cuenta con ambulancias para responder a las urgencias. Este, mi segundo caso idéntico en dos años y, conversando sobre el tema, casi todos tienen la misma respuesta: “Si el 911 responde, solicitan la cédula del paciente accidentado o inconsciente, su nombre, de qué enfermedades o alergias sufre, y millón preguntas más para informar que no tienen ambulancias.” Esa es la respuesta del 911 de acuerdo a cientos de mensajes de Twitter en respuesta a la queja inicial.
Si el servicio es para emergencias, se asume que el tiempo es oro. Se entendería que pedir número de cédula, nombre, alergias, enfermedades del afectado es un atrevimiento sin nombre. Al intentar alcanzar el servicio, se debe entender que la persona accidentada, herida, desmayada, inconsciente no necesariamente es conocida para quien informa el caso. Mientras los segundos corren, la indolencia en su máxima expresión, se traduce en preguntas inhumanas, burocráticas, inservibles. Cuentan ya con los datos de dónde requiere el servicio y localización, bastaría para iniciar la activación de un protocolo de emergencia o, salvar una vida o más.
Ante la insistencia y el desconocimiento de los datos del paciente, envían dos motos, como para apagar el fuego de la demanda y que queden las cenizas. ¿Es posible que dos “motorizados” lleven a un herido hasta un hospital? Necia la pregunta.
Si los usuarios evidencian una queja en twitter y responden con sus experiencias propias, molestos con la inoperancia, entonces, el 911, varios días después, reacciona desesperado ante la cantidad de insultantes réplicas de los ciudadanos hartos del inexistente servicio. Para la pequeña minoría que cuenta con estas herramientas, llega la inverosímil llamada del 911, inhumana excusa para cotejar el suceso. Lo ilógico se convirtió en lógico en estos últimos años. Los telefonistas del 911 no están capacitados para actuar ante la palabra emergencia. Son desalmados, irresponsables y, para colmo, no conocen la ciudad, otra pérdida de tiempo que da un promedio de respuesta de una hora, 60 valiosísimos minutos para quienes necesitan esa ayuda.
¿Quién responde? Todo un caro sistema tecnológico, un edificio desde donde opera y, ¿quienes necesitan del servicio básico de emergencia no lo reciben? ¿Hasta cuando? La vida humana es invalorable.
No quiero ni siquiera pensar en la vida de seres humanos que están en sus manos y depende de la total inoperancia del 911.