Innovaciones perversas
Los presidentes más vocingleros son los más sensibles a cualquier imprudencia que pudiera parecer violación del principio de no intervención. Hemos sido testigos perplejos de conductas contradictorias de presidentes latinoamericanos. El señor Maduro, por ejemplo, ha rechazado con expresiones toscas la sugerencia española de mediar en la reconciliación de Venezuela, el llamado del Perú a la tolerancia y el pedido de Estados Unidos de una auditoría de los resultados electorales; todas ellas manifestaciones prudentes de la preocupación que provoca en otros países los riesgos de un manejo tan grotesco de las elecciones y sus secuelas.
Maduro no es el único que incurre en lo mismo que rechaza. Ecuador ha tenido manifestaciones similares. El Presidente y el Canciller calificaron de golpistas a los gobiernos de Honduras, de Paraguay y al candidato de Venezuela que ha obtenido el voto de la mitad del electorado y ahora rechazan, como intervención, la presencia de un embajador en la celebración del día internacional de la libertad de prensa.
La no intervención en los asuntos internos es un principio internacional, se basa en la igualdad soberana de todos los Estados y pretende prevenir que un país domine a otro o se inmiscuya en sus asuntos. En ejercicio de su soberanía firman acuerdos que tienen obligación de respetar, pero los organismos regionales de América del Sur no han podido imponer su autoridad y hacer cumplir los acuerdos. Cuando la OEA hizo alguna observación que no le agradó, el presidente Chávez dijo con desparpajo que el secretario Insulsa era un pendejo desde la P hasta la O y todos los países callaron. Para no incomodar a nadie los documentos firmados quedan en papeles. La carta democrática establece las condiciones mínimas para que un país se considere democrático pero no se cumple, igual se llaman democráticos desde Cuba hasta Canadá.
Para que un Estado se llame democrático debe tener respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales, elecciones libres y justas, régimen plural de partidos, independencia de los poderes públicos. Varios países de la región carecen de estas condiciones porque amontonaron el poder en manos del Presidente de turno. Han reducido la democracia a ganar elecciones manipuladas. Un columnista argentino comenta, sobre la manipulación de la justicia, citando a Joaquín Morales Solá, que el Gobierno decidió agredir a la democracia con las herramientas de la democracia. ¿Cómo negar que se trata de una innovación tan ingeniosa como perversa, en el orden de las prácticas autoritarias? Es correcto que los gobiernos reclamen cuando consideren que hay intervención en asuntos internos a condición de que haya coherencia, es decir, que se exija siempre y a todos, que se reclame el cumplimiento pero también se cumpla lo que se exige a los demás y se acepten los reclamos.