Nuestro señor presidente se fue para Miami con bastón y con dolores y pronto regresará sin bastón, sin sufrimiento neural y con izatitis, “un alacrán en la bragueta”. “La economía, ¡obtuso!”, frase lapidaria en la campaña del señor presidente Bill Clinton contra la reelección del señor presidente G.H.W. Bush, el de la Guerra del Golfo, es también aplicable aquí, en este país de mar y sierra, de selva e islas encantadas. La presunción de inocencia y la fuga es un nuevo principio jurídico en esta tierra de cacos. Y el derecho a la injusticia está consagrado en la Constitución que nos aflige. “Sobre estas cosas, cariñosa hermana, / por qué a Nuestro Señor no le preguntas” (R. Romero y Cordero).
El etnohistoriador de la Universidad de Bonn, Segundo Moreno Yánez, en su libro, clásico ya, “Sublevaciones indígenas en la Audiencia de Quito” documenta la crueldad de tales sublevaciones. La vimos en octubre 2019; pero, por supuesto, no solo de ellos. El señor Leonidas Iza, cabeza de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador, no bien se sentó en su silla presidencial, amenazó con hacer oposición, tête à tête, al tendido en cama de hospital si no concedía lo que le iba a pedir. La difunta Asamblea Nacional decidió enjuiciar políticamente al entonces ministro de Energía porque mucho hizo por volver menos costoso el subsidio a los combustibles que enriquecía a los ricos de playas y fronteras y focalizar el de los pobres. La evasión del Impuesto a la Renta es la primera causa del déficit fiscal. Peregrinos inventos congresiles como el del uno por ciento arruinaron al presidente Jamil Mahuad, cual si se tratase de un enemigo a muerte. ¿Nadie quiere pagar? ¡Pobre flujo de caja¡ ¡Ande yo caliente, ríase la gente y llore el presidente! La economía, obtusos. Y los supermillonarios y los sindicatos de trabajadores piensan de igual modo sobre la subida de impuestos: para nosotros no. La elección de asambleísta en la segunda vuelta, pecado político mortal, aunque todos sabemos que sería el remedio para la lucha a muerte entre el Ejecutivo y el Legislativo, cosa que castra todo desarrollo.
A quien ha fugado llevándose plata del Estado: ¡Presunción de inocencia!, pero nunca ¡Presunción de indecencia! Así somos de modernos. Y ojalá el presidente Lasso no se vuelva a enfermar cuando la Constitución que nos aflige no le deje gobernar a fondo y expeditamente con tanta triquiñuela constitucional y burocrática que vuelve al Estado, neurótico, gordo y diabético. ¡Ingobernables!
Y cómo vamos a preguntar a Nuestro Señor si no tiene título de quinto nivel, si entró a Jerusalén en un asno, nosotros las presuntas personas con discapacidad que tenemos autos de lujo baratos, con matrículas de privilegio, porque la vanidad, la farsa y la mentira son señoras bienpagadas. Insensatos: el hambre, la desocupación y las graves injusticias sociales están a la puerta. Los días de ira se aproximan.