Uno de los problemas más graves del país es la ingobernable gobernabilidad, que, en parte y superficialmente, se la solucionaría con la elección de asambleístas en segunda vuelta. Esta circunstancia contribuye al desprestigio de la política y a la constante y acelerada devaluación en la confianza en los políticos, toda vez que, propicia el chantaje, el contrabando y el tráfico de apoyos.
Pero, ahora, se refleja, con velocidad y audacia inusitada, la presencia de preocupantes nuevos indicadores, que nos obligan como sociedad a estar alertas y a tomar medidas. Esto es, la influencia y/o latente presencia (aún más grave) en las instituciones públicas, de las mafias vinculadas ya no solamente a la corrupción, sino al narcotráfico, lo cual implica un nivel más alto y, por tanto, aún más peligroso en sus características y repercusiones.
Existe el rumor en el sentido de que, habría una suerte de acuerdo, verbal e informal, entre determinados miembros de la fuerza pública y los líderes de determinadas bandas, a efectos de que, a cambio de mirar a otro lado y por ende ceder espacios de operación, estos ayuden a detener la violencia en las calles; y, esto se daría toda vez que, la ciudadanía en general ve como un problema lejano la incautación de droga en puertos del exterior o incluso locales, frente al asalto violento y sicariato en las veredas de las calles de las ciudades. Este hecho, desnudaría el crecimiento, poder e influencia de las bandas del narcotráfico y la evidencia de un Estado débil.
Este afán de crecimiento de las mafias y de expandir sus zonas de influencia, implicaría también subir al siguiente peldaño, esto es, colonizar la corrupción y su aliada, la impunidad, para lo cual el puente de acceso sería las alianzas políticas y tomarse la justicia. Para este propósito, ya en desarrollo, la estrategia es simple: por la “plata baila el perro”, por consiguiente, consistiría en negociar espacios y/o apoyos, comprar y/lo alquilar conciencias a fin de tomarse las instituciones claves, por ejemplo, la Fiscalía y cortes, sin perjuicio del financiamiento de candidaturas.
El ex embajador de USA en Ecuador, M. Fitzpatrick, ya alertó al respecto; y, la valiente Fiscal General D. Salazar nos habla del “narco juicio” impulsado por determinados asambleístas en su contra; otro ejemplo es como ya lo hemos visto, peculiares decisiones y/o comportamientos de algunos miembros del CPCCS, en cuanto se refiere a la designación y/o potencial designación de importantes funcionarios públicos relacionados con la justicia, como el nuevo Fiscal General del Estado, en los que ¿el pasado profesional no tendría mayor relevancia?
Llama la atención y no remaría a buen puerto, los espaldarazos del oficialismo en cuanto a la reciente designación del presidente de la Judicatura; o, poner como representante a un abogado que estaría cuestionado por su ejercicio público y profesional, a efectos de integrar la comisión que designaría a miembros de la Corte Constitucional.
En esencia, la ingobernabilidad sería un problema de niños, versus el en ciernes proceso de la co-gobernabiliad con el narco.
Esperanzarse en los políticos para arreglar esto, es como encargar al ratón que cuide el queso, salvo excepciones. Hay muchos que sostienen, de buena fe, que la solución estaría en reformas legales y/o constitucionales, o incluso una asamblea constituyente (una suerte de una casi refundación legal), pero lo cierto es que, eso pudiera ayudar, pero no sería suficiente, ya que implica delegar la solución a un cuerpo normativo, sin tomar al toro por los cuernos, es decir, sin ver el fondo del tema. El origen y solución, pasa por la sociedad y se centra en la cultura social, la misma que es raquítica de preparación y reflexión, orientada al camino fácil, a la ley del menor esfuerzo, a la exigencia y demanda de derechos y al poco sentido de cumplimiento de obligaciones y responsabilidades, por ende, somos parte de una sociedad mayoritariamente presa fácil del barato ofrecimiento, del discurso político de bambalina, lo cual contribuye a devaluar la democracia y a exponernos al filo del precipicio, no solo del socialismo, sino ahora de los tentáculos del narco institucional. Debemos entender que, somos corresponsables de la solución, y que el camino a la misma tiene apenas nueve letras EDUCACIÓN.