Si bien el ministro coordinador de Seguridad, César Navas, aseguró que “no se ha callado la voz del Instituto Geofísico” para dar información sobre el estado del volcán Cotopaxi, en la práctica los hechos muestran todo lo contrario.
Veamos dos casos. Uno:el domingo último, las llamas que se propagaban rápidamente por el cerro Pasochoa (cantón Rumiñahui) hicieron imaginar a la gente que se trataba de la erupción del Cotopaxi y no de un incendio forestal. Dos:el 28 de agosto, cuando el Instituto Geofísico informó sobre la ocurrencia de un pequeño lahar, los habitantes querían saber desesperadamente qué significaba ese evento volcánico desconocido para todos.
Las explicaciones oficiales que se dieron sobre lo que en realidad estaba ocurriendo fueron escuetas o llegaron a destiempo. Según el decreto de estado de excepción, suscrito el 15 de agosto, el Ministerio Coordinador de Seguridad es el vocero oficial de cualquier eventualidad que se produzca alrededor del volcán.
La falta de información constante, oportuna e inmediata ha hecho que la gente imagine situaciones catastróficas, se ponga nerviosa, se alarme y contagie ese pánico a los demás, especialmente a través de las redes sociales, donde todo se vuelve viral.
Y eso pasa por la concentración de la información, que en vez de generar certidumbres deja más inquietudes en la población.
Entonces, ante las dudas de los ecuatorianos que siguen teniendo sobre el comportamiento del Cotopaxi, no es momento ya de que el Instituto Geofísico pueda ofrecer sus explicaciones abiertamente y con libertad, como lo ha hecho desde que se creó, hace 32 años. Es decir, que no solamente se limite a publicar los boletines diarios y especiales, al que quedó relegado luego de la vigencia del estado de excepción.
La mayor amenaza que tenemos, al menos quienes vivimos en Pichincha, Cotopaxi y Napo, es el volcán Cotopaxi en proceso de erupción. A ese gigante de 5 897 metros hay que tenerle miedo.