Fue tarea de Lenin Moreno restructurar la deuda con los mercados financieros y echar su amortización para 2025 en adelante. Eso quita de los hombros de Guillermo Lasso una gigantesca carga. Pero a él le toca reactivar la economía para que el gobierno que asuma en 2025 reciba un país en marcha que pueda manejar ese endeudamiento y evitar una nueva crisis financiera.
Entre Moreno y Lasso, en un total de ocho años, habrán amortiguado los peores efectos del despilfarro correísta: decenas de miles de millones de dólares que se fueron en gasto corriente, obras que poco aportan, proyectos que costaron caro a pesar de que no se construyeron entre ellos la refinería del Pacífico, y no poco que fue a parar a bolsillos ardientes.
El plan propuesto por Lasso propone brindar en bandeja un mejor país a su sucesor. Mejorar el entorno regulatorio para estimular la inversión privada y crear empleo. Atraer inversión privada en áreas reservadas al Estado, ya que el sector público no tiene la plata ni la capacidad técnica para hacerlo. Están por convocarse varios concursos para proyectos hidrocarburíferos que tomarán varios años en entrar en producción: desarrollo de campos petroleros, construcción de una refinería, captación de gas. Hacia 2025 comenzarán a exportar varios proyectos mineros hoy en desarrollo, entre ellos Cascabel y Loma Larga.
Lo frustrante es que los posibles beneficiarios de recibir a un país con fuerte crecimiento, los partidos que hoy están en la oposición, le hacen la vida imposible al gobierno. Buscan los unos tumbarlo falsificando los votos en la Asamblea, otros mediante un levantamiento destructivo, con posterior imposición a las autoridades de medidas populistas que echan abajo el programa económico, y los que menos negando los proyectos de ley necesarios para implementar el programa económico.
Si Lasso logra ejecutar su agenda, su sucesor recibirá una economía boyante., Si la oposición se sale con la suya, el sucesor heredará un país en crisis.