Mientras se camina por Madrid se siente la presencia de los indignados. La situación de la mayoría de españoles justifica el movimiento aparecido el pasado 15 de mayo, cuando en las principales ciudades de la Península Ibérica, los indignados se tomaron plazas. Eran incontenibles. Ríos de personas demostrando pacíficamente (y lo seguirán haciendo una vez terminado el verano), lo molestos que se encuentran por las políticas de gobierno.
Entre los indignados y los cabreados ecuatorianos existen semejanzas. Ambos movimientos se desarrollan en países en el que el modelo es cuestionado. Me pregunto si como consecuencia de estos gobernantes socialistas del siglo XXI el verdadero pueblo, aquel que emigra a naciones capitalistas para superarse, será testigo de un brillante amanecer o presenciará absorto el anochecer definitivo. Tanto indignados como cabreados se movieron por redes sociales, para canalizar su indignación o cabreo. Nadie les detuvo. Sin banderas. Les unió el descontento, la falta de futuro.
¿Por qué salieron a las calles los indignados? Las causas son múltiples, pero las principales son: la corrupción, el gasto público, la inacción de la ciudadanía y la distancia entre políticos y pueblo. La corrupción, según uno de los cabecillas de los indignados, Pablo Gallego, “no hace dimitir a nadie en este país”. En Ecuador ocurre lo mismo y peor, ya que los socapan o premian cambiándoles de ubicación dentro del gobierno (‘come cheques’, videos clandestinos, etc.).
“El Régimen ha estado haciendo un gasto público irresponsable (amable lector, esto es transcripción de una frase del señor Gallego de España, no se refiere a la realidad ecuatoriana). Tomad nota de que el Premio Nobel de Economía de 2010 lo ganaron tres economistas que pusieron a nuestro país de ejemplo de cómo el subsidio del paro ha producido la no búsqueda de empleo y con ello su destrucción”. Los subsidios en Ecuador están al orden del día, con ventajas para el gobernante, y perjuicio para la población.
Otra causa del nacimiento de los indignados es que la ciudadanía, por miedo, es permisiva. Busca acomodarse en la burocracia que le permite transitar en caminos en que la iniciativa no existe. Solo quienes obedecen sobreviven. El interés por una sociedad mejor dejó de ser una aspiración. El último motivo de los indignados es que los movimientos políticos se han alejado de los electores. Los políticos han creado un sistema para perpetuarse en el poder, no para beneficiar al pueblo. Ojalá en Ecuador se supere el temor y se aplique lo dicho por otra indignada, Klaudia Álvarez, “Por fin hemos abierto los ojos y ya nunca volveremos a estar anestesiados”.