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Un indicador más del fracaso

Ya comienza a difundirse por parte del Gerente del Banco Central que el crecimiento económico del 2015 será bien bajo, del 1,9%. Este número se justifica porque concluyó el ciclo de la abundancia de recursos. Por otro lado, el director de Cordes afirma que ese PIB será apenas del 0,9%.

Los dos datos indican que se acentúa el desastre ya previsto. Sin embargo, el discurso presidencial sigue ceñido al espejismo propio de la aridez que tienen los desiertos, más aún si se les considera idílicos, y que se extienden con facilidad en el ejercicio del poder absoluto, como es el caso ecuatoriano. Ese es uno de sus condicionamientos: recorrer el camino contrario a la realidad.

Por eso, la base social amplía el descontento popular, y le acaban de dar un elemento más al anunciar que subirá el porcentaje que grava a los bienes hereditarios, que para algunos especialistas ya está ubicado entre los más altos del mundo, no solamente de América Latina.

Esta es la última amenaza a la economía familiar, que seguramente va a convertirse en el destello final del espejismo, porque ya no hay sitio para ese elemento vital que tienen todos los pueblos: trabajar asiduamente con ética y honrando las fuentes productivas con el rendimiento diario, y los excedentes, sin determinar cuantía, dejar como bienes hereditarios a su familia. Queda muy aparte y fuera de esquema real, cualquier intervención del Estado, porque ordenada y anualmente sus protagonistas: empresarios, jefes de familia o simples ciudadanos, pagaron todos sus impuestos, o si no lo hicieron constarán como deudores. Para enfrentar esta realidad, y como sufre iliquidez el Presupuesto público, se decretó la abolición de intereses para quienes paguen esas deudas en tres meses.
El último camino es el endeudamiento externo, y al cerrarse la fuente provisoria que venía desde China, un alto funcionario del Gobierno acudió presto a Tailandia, para que sea el nuevo prestamista. He ahí una prueba de haberse gastado hasta el último centavo que ingresó en abundancia en estos ocho años de Gobierno populista, porque la visión del economista-Presidente está situada en el espejismo numérico, junto a sus ministros que se ubican en el escenario de la irrealidad.

El mencionado gravamen a las herencias fue abolido en Suecia hace 10 años, porque se lo consideraba como el causante principal de la huida de capitales al exterior, de evasión impositiva y de fuente del desempleo. Los parlamentarios que votaron por esa eliminación poseían una gran cultura política y, de inmediato, comenzó el retorno, al seno nacional, de las empresas que habían emigrado.

En nuestro país, esa es la muestra del fracaso. En pocas semanas, será aprobada por la sumisa Asamblea la Ley Orgánica para la Redistribución de la Riqueza con una tarifa progresiva a las herencias, que va del 2,5% al 47,5%. Así confiscará el Estado ahorros ciudadanos.

mortiz@elcomercio.org