El día de ayer se cumplieron 200 años de la Batalla de Pichincha, la cual fue decisiva dentro del proceso de independencia de la corona española y la conformación de lo que luego será la República del Ecuador en 1830.
Las primeras revueltas en América Latina se dan entre 1740 a 1807. En ellas no solo bullían las aspiraciones de libertad sino también intereses de una clase emergente (criollos) insatisfecha por la aplicación de tributos de parte del imperio español. No obstante, es en el periodo de 1808 a 1830 que se producen en la región la mayor parte de las guerras por la independencia. En lo que hoy es el Ecuador se dio desde 1809 a 1824.
Hay que tomar en cuenta que en el periodo que va de 1808 a 1814 España estaba debilitada tras la ocupación francesa de su territorio y tuvo que librar una guerra que le demandaría un gran esfuerzo. También ayudó un cambio en la geopolítica de esa época, especialmente el papel de Inglaterra y de los Estados Unidos.
Pese a que la independencia y la conformación de las repúblicas significó la ruptura de las amarras que teníamos con España, esto tampoco representó un cambio en las relaciones sociales y en la estructura de dominación política. Antes era la corona luego fueron los criollos.
A más de ello, uno de los problemas que perdurarán desde la independencia y la fundación de la República es lo que tiene que ver con la idea de la identidad nacional. Esa identidad fue imaginada y creada en función de la visión de la clase dominante y no de la pluralidad étnica existente.
Al cumplirse 200 años de la decisiva batalla del 24 de mayo, más que conmemorar a personajes y héroes, vale la pena que nos preguntemos que ha significado en términos de libertad, progreso, independencia, fortalecimiento del Estado-nación e identidad nacional.
A mi pesar seguimos siendo un territorio con un Estado débil y poco cohesionado. En lugar de haber incorporado dentro de una visión nacional a los distintos grupos étnicos, tenemos una sociedad que no termina por cuajar y amalgamarse.