A comienzos de agosto, un medio internacional publicó una noticia sobre el Ecuador: “Rafael Correa vs Lenín Moreno: comenzó la guerra entre el ex presidente y su sucesor”. Los hechos desde entonces producidos parecerían confirmar el acierto de tal información.
El Ecuador observa, cada vez con mayor angustia y menos sorpresa, cómo van develándose realidades lacerantes que antes se ocultaban y cómo, alejado Correa del poder, salen a la luz innumerables actos de corrupción.
Cada episodio de la “guerra” entre Moreno y Correa se ha reproducido al interior de su partido. Desorientados, los líderes de Alianza País se han dividido en bandos que caminan hacia el enfrentamiento: unos han plegado al poder de Moreno y otros siguen pensando en Correa como “líder máximo”. El envío de una disparatada misión partidista a Bélgica para procurar una reconciliación, brilla por su incoherencia. Dirigentes del partido adujeron que tal gestión no era oficial y no requería ni el aval ni la consulta con el Presidente. Patiño replicó diciendo que en Bélgica conversaría con la Unión Europea, pero Moreno negó haberle confiado gestión oficial alguna. Una asambleísta ha denunciado que se usaron indebidamente dineros del Estado para financiar tal viaje.
Mientras tanto, una aún tímida fiscalización –absolutamente inexistente durante los diez años de Correa- revela una generalizada y escandalosa corrupción que exige la urgente adopción de medidas radicales para desmontar el sistema perverso que fue el resultado de las decisiones de Correa para prolongarse él y su partido en el poder. La fiscalización debe proseguir, implacable, sin que maniobras leguleyescas o arbitrios procesales terminen glorificando la impunidad.
Hace poco, un conocido diario europeo ironizaba sobre las “ventajas” de ser dictador. “Usted -decía- podrá acumular inconmensurables riquezas, escribir best-sellers, imponer la construcción de monumentos, palacios y villas (¿por qué no museos?) dedicadas al culto de su personalidad…y revolcarse en el lujo”. Esa es la tentadora vía que se abre para el poderoso -añadía el referido diario- por la que recorrieron funestos personajes del pasado como Hitler, Trujillo, Ceausescu, Kadhafi. Y, como conclusión, recomendaba recordar que sobre tales dictadores cayó, inclemente, la espada de la justicia.
En el Ecuador, las tentaciones, que nacen como hermanas gemelas de la acumulación de poderes, han prevalecido sobre los principios que el anterior gobierno aducía defender. Por tales razones y, sobre todo, por consideraciones trascendentales de ética y legalidad, el señor Moreno no debe ni protagonizar ni permitir incoherencias que conviertan, a la credibilidad ganada desde que asumió el poder, en dudas, primero, y en frustración e indignación, después.