Jorge Giordani, viejo ingeniero comunista que hasta hace poco fuera ministro de Planificación y Finanzas con Chávez y Maduro, tenía fama de honrado.
No metía la plata ajena en su bolsillo, sino que la trituraba con la ideología marxista. Al llegar al poder había seis millones y medio de pobres. Ahora esa cifra aumentó a más de nueve millones.
Giordani se despidió con una carta donde culpaba del desastre económico al irresponsable gasto público, la corrupción, Pdvsa y a Nicolás Maduro, quien supuestamente traicionó al socialismo y al legado chavista.
No advirtió que cuando aparece el Estado-empresario y estatizan el aparato productivo; cuando se eliminan las principales libertades porque la crítica se convierte en traición a la patria, inevitablemente surge un proceso de empobrecimiento colectivo. Mañana siempre será peor que hoy.
Mientras los venezolanos leían la carta de Giordani, los cubanos, asombrados, repasaban otra escrita por el comunista, escritor y exembajador castrista Rolando López del Amo. El texto está en Internet.
López del Amo supone que el burocatismo es el responsable del desastre cubano. No culpa al embargo norteamericano, la sequía o los ciclones, sino al malvado ejército de burócratas que entorpece la marcha gloriosa del socialismo.
Termina su carta con un llamado: “Estamos en el año 56 de nuestra experiencia revolucionaria y no podemos continuar cometiendo los mismos errores ni ofreciendo las mismas justificaciones. Se impone un cambio de mentalidad, de actitud, de estructuras y de personas para lograr el sueño colectivo de un socialismo próspero y sostenible”.
¡Madre mía! Cincuenta y seis años de fracasos y barbarie no le bastan para entender que el sistema no sirve en ninguna latitud. Ni con los laboriosos alemanes o norcoreanos, ni con los serios checos y húngaros, y mucho menos con los caribeños de Cuba o Venezuela.
Tal vez Raúl Castro, finalmente, haya comprendido esta dolorosa verdad. Pero educarlo ha costado medio siglo, miles de vidas y la ruina completa del país. (Fidel, en cambio, se morirá defendiendo las mismas tonterías). En todo caso, mientras López del Amo escribía su carta, el zar de la economía cubana, el excoronel Marino Murillo, anunciaba que todos los restaurantes del país serían privatizados.
Es el principio del fin del loco proyecto colectivista, pero no de la dictadura. Ahora, sin prisa, pero sin tregua, como repite Raúl Castro, quieren desmantelar el socialismo y gobernar con mano férrea un país pseudocapitalista.
Ya no son marxistas. Son una banda autoritaria que manda a palos. Puros matones.