El 2/01/95 perdí el conocimiento por unos minutos, a causa de un tumor benigno en el cerebro, que solo Dios sabe cuánto tiempo lo tuve escondido: seis días después me lo extrajeron (la operación duró más de 10 horas), y desde entonces he vivido, felizmente, sin ninguna molestia ni consecuencia a causa de ello.
Esa operación cambió en gran parte mi vida, pues entre otras cosas, me di cuenta de la verdadera importancia que es el gozar de buena salud; de contar con una linda familia y buenos amigos; de lo bello que es poder apreciar un despejado amanecer o una espectacular caída del sol, y a no darle importancia a cosas que no valen la pena, como que le rayen o choquen un auto.
La semana pasada estuve de paso en una clínica, donde pude constatar desgracias ajenas, como la de un colega que entró para operarse la rodilla y el día que le daban de alta sufrió una embolia cerebral, la cual lo mantiene desde hace varios días en cuidados intensivos. Ese refrán popular de que nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde, es muy cierto. Sin salud, no tenemos nada.
Mi visita a esa clínica, me ha hecho meditar sobre el deficiente servicio de salud que presta el IESS a sus afiliados, y por el contrario, lo bien que la Junta de Beneficencia de Guayaquil (JBG) atiende a los millones de ecuatorianos que acuden a los hospitales que esta regenta. Ojalá que el presidente Correa consciente como está del invalorable servicio que esta presta, en hospitales, escuelas, cementerio, y asilo de ancianos, no permita que se disminuyan sus rentas, las cuales en un 40% provienen de la Lotería Nacional, pues ello ocasionará como ya lo advirtió su eficiente Director, que esta cierre parte de sus hospitales, lo que perjudicará a quienes más requieren de ese invalorable servicio de salud, que el Estado no brinda como es debido; y que la JBG deje de prestar los otros servicios que suministra.
A la JBG, no se la debe mirar como a un simple monopolio, lo que implica un tráfico abusivo y odioso por el cual se vende con carácter exclusivo mercaderías. Existen monopolios legales, como el servicio de correos, impresión de billetes y monedas, etc., los cuales son de orden público, como lo son todos los servicios que presta tan eficientemente esa respetabilísima y centenaria institución guayaquileña, a los más necesitados de todo el país, donde no existe afán de lucro, que es lo más criticable en toda práctica monopólica.
La falta de presupuesto de varios hospitales del Estado ha sido denunciada hasta por sus propios trabajadores de tal manera que no cabe que ahora se ofrezca financiar a la JBG, vía Presupuesto General del Estado.
Ojalá que el presidente Correa vete el art. 172 del Cootad, el que permitirá la proliferación de sorteos y rifas en nuestro país (lo cual es impropio de los Concejos Cantonales), en perjuicio de la Junta de Beneficencia de Guayaquil.