Dicen que el Ecuador solo aparece en el escenario mundial cuando hay algún escándalo, desastre ambiental o hecho político estruendoso. Recordemos cómo corrieron por el mundo la certera cuchillada de Lorena Bobbit, el derrame de crudo en Galápagos o la caída de tres gobiernos en ocho años tras masivas protestas populares. Lo cierto es que se sabe poco del país en el exterior. Y lo que se conoce son imágenes simplistas alejadas de la realidad.
Sobre el régimen de Correa se proyectó una imagen externa diversificada. Para unos era un segundo tomo del experimento chavista de Venezuela con su carga de autoritarismo. Para otros era un proyecto reformador con un líder que instauraba una revolución pacífica. En el último tiempo esa visión se empañó con los conflictos del Yasuní, la represión de indígenas y trabajadores, las restricciones a los medios y las implicaciones del escándalo Odebrecht, que ha sacudido a Latinoamérica.
Con la posesión del presidente Lenín Moreno, la visión desde fuera se ha vuelto más conflictiva y confusa. En algunos espacios internacionales se lo ve como continuidad del gobierno de Alianza País, sin mayor cambio; en otros se percibe que la ruptura visible entre el mandatario cesante y el entrante se debe a una disputa por el liderazgo partidario; incluso hay quien opina, siguiendo principalmente los pronunciamientos de Correa, que Lenín Moreno es un “traidor a la revolución” que quiere volver al pasado en contubernio con la derecha.
La verdad es que esas interpretaciones no son correctas. Porque la realidad nos hace ver que ni hay una continuidad de régimen sin más, ni se trata de una mera disputa por el liderazgo partidario, ni tampoco el presidente está traicionando principios, mucho menos se ha puesto al servicio de la derecha.
Salvo excepciones como un excelente artículo de ‘The Economist’, los medios internacionales no perciben que, al volver a las fuentes del proceso del que es parte, el Presidente ha puesto distancia con su antecesor en aspectos centrales. Por un lado, ha implantado un estilo de tolerancia y diálogo que rompe con el insulto y la agresión; por otro, se ha comprometido en la lucha contra la corrupción, ofreciendo todo el esfuerzo de su gobierno al servicio de este fin.
Desde luego que la nueva administración ha dado motivos para el reclamo, incluso a la oposición. Sobre todo que tiene mucho que comenzar a hacer. Pero es evidente que se trata de un gobierno distinto, con actos y propósitos que le han otorgado un alto respaldo nacional. Lo constatamos hasta quienes fuimos sus adversarios electorales.
Es importante, por bien del país, que se promueva un mejor conocimiento de lo que aquí está pasando. Sería grave que en el medio internacional se imponga la insultadera correísta sobre la verdad.