La mayoría de los políticos son predecibles, lo que los vuelve impredecibles son sus acciones, sus actitudes, su forma de entender y administrar el poder. Uno de los más predecibles es el candidato-Presidente.
Surgió en la política como Ministro y en poco tiempo se convirtió en candidato. Desde hace cuatro años, antes de la actual campaña electoral, siempre mantuvo al país en vilo sobre si sería o no candidato a una segunda reelección.
No era difícil sostener que sería candidato y que cualquier sacrificio familiar nunca sería tan grande como el de servir a la patria. Predecible en todos los sentidos, casi no hay político en el mundo que le desagrade o reniegue del poder y del control.
Predecibles fueron las opiniones de algunos políticos que corrieron a las redes sociales a decir que el lamentable episodio ocurrido en Quinindé era poco menos que un intento de magnicidio y desafiaban a los analistas que poco antes hablaban de una campaña electoral aburrida.
Impredecible para ellos, pero era algo muy serio para el país lo ocurrido esa noche en un acto de campaña. Lo genial, lo elogiable fue la actitud del candidato-presidente Rafael Correa que, inmediatamente, sin dar lugar a la especulación, calificó al episodio como lamentable y fruto de una mente absolutamente desquiciada.
Los políticos predecibles tuvieron que morderse la lengua, incluso algunos borraron los mensajes exultantes que habían enviado a las redes sociales.
¿Por qué algunos analistas han hablado de una campaña aburrida? Obviamente no es porque no se han producido incidentes graves previos, ni posteriores a lo de Quinindé. Las críticas apuntan a la falta de debate de ideas, foros, etc.
Otra de las críticas a los medios apuntaba a la reticencia de publicar encuestas. Las pasiones políticas no tienen por qué desbordar al sentido común y como si eso fuera poco ¿acaso no hemos aprendido de todos los errores cometidos en los sondeos de opinión? Los políticos, aparte de predecibles, son inmediatistas, no recuerdan el último proceso electoral cuando los resultados a boca de urna fueron bochornosos porque no coincidieron con los resultados oficiales.
Una campaña de altura y de debate ideológico no es necesariamente una riña entre adeptos de uno o de otro candidato. Los ocho candidatos tienen la misma aspiración: alcanzar el ansiado poder.
Es verdad que en las campañas anteriores había personajes histriónicos, grupos musicales como Los Iracundos o el Suso en las tarimas. Pero también hubo oradores formidables como Jaime Roldós y un debate de antología como el que protagonizaron Rodrigo Borja y León Febres-Cordero.
Nadie quiere incidentes, la mayoría prefiere vivir en paz y en ese sentido la campaña fue pacífica. Lo más caricaturesco fue el airado reclamo por una caricatura publicada por Bonil que irritó al más predecible.