El gobierno de la década pasada hizo mucho mal al movimiento indígena. No se permitió la expresión del particularismo nacional, no se reconocieron las organizaciones como estructuras políticas propias, no se apoyó el proyecto de sistemas agrícolas sostenibles, no se respetaron los territorios y los recursos naturales de las comunidades. Peor aún, se reprimieron los levantamientos, se criminalizó su protesta y se apresó a los manifestantes.
Hasta se pretendió arrebatar a la Conaie (Confederación de Nacionalidades del Ecuador) su modesta casa, demasiado modesta para albergar tanta tenacidad, dedicación y lealtad histórica. Solo se desistió del atropello ante la protesta mundial que se levantó para detener semejante desatino político.
El Estado y la sociedad ecuatorianos han sido pertinazmente miopes frente a los indígenas y a sus derechos, sin reparar en que el mestizaje es una realidad, que la nación ecuatoriana es pensada a partir de una ideología colonialista y que solamente los valores ecológicos puestos en práctica por los pueblos ancestrales pueden salvar los bienes de la naturaleza.
Desde luego, no todos los gobernantes han sido indiferentes ante los reclamos de los indígenas. Jaime Roldós los llamó “mis hermanos”, Osvaldo Hurtado habló de la “identidad“ de los pueblos indígenas”, Rodrigo Borja comenzó el diálogo sobre “el estado plurinacional”.
En las luchas por la aceptación de las derechos y demandas indígenas por parte del Estado, Luis Macas ha desempeñado un papel relevante, que se sintetiza en haber puesto en evidencia que están amparados por una categoría histórica más profunda y antigua que el Estado y las clases sociales de nuestro país.
En la concepción ideal de lo que se quisiera que fuera el Ecuador y en nombre de los pueblos indígenas, Luis Macas y otros dirigentes plantean que los principios que defienden son universales y que no pueden ser sacrificados a los intereses ávidos y consumistas del Estado y del mercado. El destino de los indígenas está ligado al de toda la sociedad ecuatoriana.
Es oportuno recordar que la minería a gran escala no ha llevado bienestar a los sectores vulnerables de la población de los países que han optado por permitirla. Solo los ha empobrecido y los ha obligado a emigrar a las ciudades y sus infiernos. Los beneficiarios de la gran minería siempre han sido, y siguen siendo, los grandes carteles transnacionales y los países más desarrollados.
Luis Macas, ciudadano ecuatoriano de nacionalidad quichua, es uno de los abanderados de las luchas indígenas.
Los estudios superiores que ha hecho en Jurisprudencia, Antropología y Lingüística demuestran la sensibilidad política y social de sus propósitos.