La acepción común de “ignorancia” como falta de conocimiento reviste connotaciones dramáticas cuando sus titulares trascienden en la sociedad, y ésta les da acogida. El recibimiento social a los ignorantes puede darse por ignorancia, conveniencia, facilismo o comodidad. La filosofía distingue las acciones ejecutadas “por” ignorancia de aquellas “con” ignorancia. Para Aristóteles solo en las segundas cabe hablar de obras involuntarias. Nosotros creemos que ambas son determinantes al catalogar la moralidad de los sujetos.
En el ámbito sociopolítico – y en ello América Latina tiene amplia experiencia – los ignorantes inmorales, y los inmorales ignorantes, toman ventaja de los ingenuos. Es el caso del populismo y de la derecha impresentable… también existe cierta derecha respetable. La línea que separa a las dos “corrientes políticas” es en extremo delgada. Uno y otra comparten intereses de sacar provecho a costa de los sectores más vulnerables del pueblo.
El despotismo y la corrupción están atados al retardo intelectual de líderes incapaces de proceder con ética. Los ignorantes son proclives a agruparse cual tropilla de bufones.
De la filosofía socrática podemos extraer algunas ideas. Los líderes en cita son hábiles en ocultar su ineptitud mental y letrada, a diferencia del sabio quien consciente de su ignorancia lucha por conocer y entender. El más ignorante de los hombres es aquel que niega su ignorancia; es decir, el ignorante de su propia ignorancia. “Calumniar” al ignorante no es reprochable en ontología, pero defensa ante el mal que causa el desorientado.
Ignorar el saber tampoco es malo per-se. Censurable es abstraerse de la conciencia de la ignorancia. Si bien el saber puede ser solo antípoda de ignorancia, ésta adquiere trazas de inmoralidad cuando el sujeto se presenta como docto. Quienes conocen de la incompetencia de los titulados en el defecto, están obligados a ejecutar todo lo necesario para descubrir a aquellos… so pena de permitir que la ignorancia tome cuerpo en la sociedad.