La prematura renuncia del Papa Benedicto XVI ha causado sorpresa y desconcierto a nivel mundial. Aunque se ha dicho que el motivo fundamental de su salida se debe a su avanzada edad, hay dudas de que esto sea así. El diario italiano La Repubblica confirma que la salida del Papa se dio luego de conocer un informe secreto elaborado por tres cardenales en el que se denuncia “una trama de corrupción, sexo y tráfico de influencias en el Vaticano”.
De acuerdo a lo relatado en este periódico italiano, se trataría de la existencia de un sistema de “chantajes internos” basados en debilidades sexuales y ambiciones personales (lobby gay) que estaría incidiendo en las más altas esferas de poder de la Iglesia.
Esto ha sido desmentido inmediatamente por fuentes oficiales del Vaticano, asegurando que se trata de informaciones falsas, chismes y calumnias que tienen como objetivo “condicionar” el Cónclave que elegirá al nuevo Sumo Pontífice, así como sembrar la confusión y desprestigiar a la Iglesia.
Más allá de esto, no se puede ocultar algo sumamente grave: la existencia en varios países de cientos de casos de abuso sexual a menores de edad de parte de sacerdotes. Pero aún, muchos de estos gravísimos hechos no han sido sancionados de manera ejemplar de parte de la Iglesia, recurriendo a un “espíritu de cuerpo” que ha tenido como prioridad la imagen de la institución sobre la obligación de hacer justicia.
A este respecto los nombres abundan. Roger Mahony, arzobispo de Los Ángeles, ha sido acusado por haber encubierto 129 casos de abuso sexual. De igual modo, otros cardenales como Godfried Danneels (Bélgica), Sean Brady (Irlanda), George Pell (Australia), Norberto Rivera Carrera (México), Leonardo Sandri (Argentina), Timothy Dolan (Nueva York, EE.UU.), Stanislaw Dziwisz (Polonia), Fran Rodé (Eslovenia), entre otros. Lo preocupante es que varios de estos cardenales están dentro del Cónclave de 116 que designará al nuevo Papa.
En consecuencia, no se trata de difundir informaciones falsas con afán de desprestigiar a la Iglesia sino de exigir mayor transparencia, justicia y coherencia con los preceptos que pregonan. Si se comprueba la existencia de este supuesto “lobby gay”, me inquieta que, más allá de ser “gays” o no, haya una cúpula que quiera tapar los casos de pedofilia, existan chantajes, dinero y tráfico de influencias.
El reto para el nuevo Papa y la Iglesia reside en que, a más de emprender reformas relacionadas con el divorcio, los anticonceptivos, la incorporación del sacerdocio a la mujer y la supresión del celibato, deje de ser lo que hoy aparentemente es: una estructura poder. La cúpula del Vaticano no representa necesariamente los valores cristianos. Las crisis no se resuelven tapando las cosas sino aceptando primero los errores y haciendo luego rectificaciones.