El Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS) fue creado en julio de 1970. Desde su creación ha padecido serios problemas estructurales; se ha requerido de varias recomendaciones nacionales y extranjeras:
En 1987 el Dr. Peter Thullen opinaba que, para la subsistencia del fondo de pensiones, “debía revisarse la edad de retiro (de 55 a 60 años), ajustar las pensiones al salario mínimo y a las proyecciones demográficas y económicas, de acuerdo con la OIT”.
En 1988, una comisión del IESS, determinó que “la gigantesca mora patronal del sector privado, no cobrada, aumentó el déficit institucional”
El Banco Mundial (1991), recomendó “que las contribuciones al seguro de maternidad-enfermedad que representan el 5.4% de la remuneración imponible a los afiliados, debía ser del 8.4% para evitar el déficit”.
En 1992, Mesa-Lagos concluyó que “El IESS concedía préstamos, multimillonarios, difícilmente cobrables, al gobierno central, a gobiernos seccionales y al sector privado a intereses sumamente reducidos”
El inicio del nuevo siglo fue sacudido por una ola privatizadora del IESS. Mentes brillantes, destacados economistas, diputados y políticos relumbrantes, bregaban en apoyo de la gestión de la, tristemente célebre, Comisión Interventora para direccionar los aportes de los trabajadores al manejo de las ACAPS criollas, copias idénticas de las AFPS (Administradoras de Fondos de Pensiones chilenas) y de cambiar el Seguro Solidario e Intergeneracional por el de Capitalización individual. Argüían los “modernizadores” del éxito del sistema privatizador de fondos, sin prever la Gran Estafa de estas administradoras, originadoras de la tremenda protesta del pueblo chileno que exige la incorporación parcial o total de sistemas solidarios de pensiones, para reivindicar el esfuerzo laboral, tras 40 años, cuando se reconoce, como pensión, porcentajes irrisorios de un 15% a un 20% de la remuneración que recibían cuando eran activos y sobre la que aportaban.
En nuestro país, una tenaz defensa impidió el desastre nacional, pero el zarpazo irreflexivo se materializó, años después, con un incremento irresponsable del número de trabajadores y funcionarios, ampliando la atención médica a familiares no cotizantes, con una transferencia ilegal del fondo de pensiones al de salud, con un aniquilador retiro del 40% de la contribución del Estado al fondo de pensiones y con la exención del cobro de la multimillonaria deuda patronal. Estas devastadoras acciones que habrían destruido a cualquier organización, no han podido extinguir al IESS, pues sus cimientos son el músculo, la energía, el sudor, la vida de los trabajadores, de los jubilados, de los enfermos, de los pensionistas, de los viudos y huérfanos.
Los diagnósticos históricos y actuales son conocidos, combatamos unidos todos, trabajadores, patronos, gobierno y empresarios, actuemos con urgencia por la supervivencia de esta noble Institución.