Por fortuna, el humor no ha estado ausente de la actual campaña. Se ha venido ejerciendo principalmente en aquellos medios que creen en la libre expresión, aunque también ha recurrido a él el aparataje de campaña oficial para atacar al candidato Guillermo Lasso, en medio de aplausos que se transforman en rugidos y ataques apenas la perspectiva cambia y se alude a la majestad del poder.
Hay que reconocer que resulta difícil distinguir entre mandatarios y candidatos, entre el ex funcionario y hombre de confianza Jorge Glas y el candidato vicepresidencial; entre el nuevamente candidato Rafael Correa y el presidente que usa, como parte de sus ataques sabatinos contra los medios independientes, a personajes humorísticos financiados con presupuesto estatal.
Ni qué hablar del humor rayano en el insulto que empezó con la ya olvidada acepción del ‘palo mayor horizontal que sostiene la vela de un barco’ y con la ‘gordita horrorosa’, que luego se llenó de chistes sexistas y que finalmente se agrió y degeneró en alusiones groseras y términos insultantes para referirse a periodistas y políticos que no son de su agrado, asuntos sobre los cuales hay mucha información.
Con esos antecedentes, es muy llamativo que Correa y Glas hayan llegado al extremo de enviar a diario El Universo una nota con puntos y comas para que sea publicada como reparación a una supuesta infracción cometida por Bonil con su caricatura publicada el 21 de enero. Todo ello, citando el derecho de réplica y la pretendida aplicación retroactiva de una norma del Código de Ética que, tal como se temía, tarde o temprano iba a ser invocado más allá del contexto informativo.
Hay decenas de personajes de talla mundial que han convivido bien con el humor y han sido capaces de burlarse de ellos mismos, pero es normal que el sentido de la solemnidad no rime con el sentido del humor. Sobre todo cuando uno tiene una visión poco tolerante de las relaciones políticas y sociales, cuando minimiza los derechos ajenos y maximiza los propios o los derechos de quienes se siente representante.
Todo un contrasentido, pues precisamente quien debe ser más tolerante es quien tiene más poder. Veamos, si no, la manera en que la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, ha llevado la relación con la prensa, siendo consecuente con una frase de inicios de su mandato: “Prefiero el barullo de la prensa libre al silencio de las dictaduras”.
Acá la cosa es distinta y el Gobierno se mantiene -y por lo visto se mantendrá- en guerra. Aunque lo bueno es que, con su reclamo, Correa y Glas han abierto la puerta para que otros candidatos reclamen por infracciones cometidas en su contra por los canales que son manejados por el Gobierno. Y que, con su reacción desmesurada, han terminado aportando al buen humor, en medio de una campaña predecible.