Las huellas del Dr. Espejo

La historia de la Medicina ecuatoriana tuvo un inicio brillante con el doctor Eugenio Espejo, médico quiteño de la Ilustración a quien la comunidad científica internacional considera precursor de la microbiología. Hecho extraordinario si se tiene en cuenta que hasta los inicios del siglo XIX, el pensamiento médico y el ejercicio de la medicina se sustentaban en conocimientos empíricos con una fuerte aportación de la medicina aborigen como era el caso de las colonias hispanoamericanas.

Lapidado como fue, es tan solo a partir del siglo XX que los médicos ecuatorianos descubren que las huellas dejadas por Espejo son como luces del alba que iluminan caminos.

La extraordinaria ilustración médica de Eugenio Espejo era producto de los conocimientos que fue adquiriendo en textos de autores extranjeros que no eran los oficiales en la arcaica Escuela de Medicina de Quito. El Precursor de nuestra Independencia debió haber soñado con estudiar en aquellas universidades en las que tenían sus cátedras Boerhaaven, Malpighio, Bufon, Needham.

Ese afán, ese noble empeño, por participar en las modernidades que se sucedían, entre nosotros se inicia con el Dr. Espejo y continúa cien años más tarde con sus discípulos. Ahí están los innumerables médicos ecuatorianos que fueron a estudiar medicina o a especializarse en el exterior con sus propios recursos, en todo caso sin ningún auxilio oficial. A ellos se les debe los adelantos de la medicina nacional tanto en el campo del ejercicio profesional como en el de la docencia y ni se diga en la utilización de tecnologías de punta para cuando fueron incorporadas a nuestra actual medicina basada en evidencias, como evidencias fueron para el Dr. Espejo ‘los atomillos vivientes’ que podían vérseles tan solo con el microscopio.

Ahí están también los que se han desvelado, como el Dr. Espejo, por descifrar los enigmas y elaborar cuerpos de conocimientos sobre los problemas sociales que han tenido tanto impacto en la evolución histórica de los pueblos andinos, ello acompañado de un empeño por prevenirlos, por corregirlos en el contexto de una sociedad como la que vivió Espejo excluyente, injusta, degradante.

Ahí están, los que con el ejemplo de Espejo, venciendo limitaciones lograron superar barreras comarcanas y el resultado de sus investigaciones sistemáticas llegaron a conocimiento de la comunidad científica internacional en congresos, revistas y libros.

Así como ayer la Real Audiencia de Quito existió para los médicos españoles cuando conocieron las reflexiones sobre las viruelas del americano Dr. Espejo, no es exagerado señalar que en el imaginario de la comunidad científica internacional fue un descubrimiento que nuestro país existiera cuando sus conocimientos se enriquecieron con las aportaciones de nuestros tropicalistas y biopatólogos.

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