El 1 de febrero de 1994 la revista The Atlantic publicó un ensayo que, por su lucidez y clarividencia, es lectura obligada para quien desee entender los porqués de la tragedia del 11 de septiembre de 2001. El ensayo se titula ‘The Coming Anarchy’ (La anarquía que viene) y su propósito fundamental es vislumbrar las ‘características políticas que tendrá el mundo en el siglo XXI’, según explica su autor, Robert Kaplan.
Kaplan toma como punto de partida la hipótesis de Samuel Huntington, politólogo de Harvard, quien seis meses antes –en el verano de 1993– había publicado en Foreign Affairs un trabajo titulado ‘The Clash of Civilizations?’ (¿Guerra de civilizaciones?).
Huntington decía que durante el pasado siglo, los conflictos mundiales pasaron de ser pugnas por la hegemonía económica e ideológica entre Estados-nación –como en la Guerra Fría– a guerras entre facciones tribales por cuestiones culturales como la religión, el idioma o la raza. El conflicto de Los Balcanes y las guerras en Somalia y Sierra Leona son ejemplos que confirmaban su hipótesis, decía Huntington.
Kaplan dio la razón a Huntington y también explicó las razones socio-económicas de ese cambio en la dinámica de los conflictos mundiales: la hegemonía del capitalismo promoverá cierta homogenización de gustos y comportamientos, pero también destacará las individualidades y, por tanto, las diferencias entre aquellas comunidades que ahora tendrán que vivir codo a codo, hacinados en ciudades cada vez más difíciles de administrar.
El crecimiento explosivo de las ciudades provocado por migraciones masivas de personas de distintas partes del mundo minará la importancia de las fronteras físicas y de los Estados-nación y, con ello, la importancia de las leyes y de las nociones de patria o país. Nacerán tribus globales que podrán organizarse a través de Internet en torno a sus propios principios o ideas. ¿Cuáles?
Kaplan dice que esas comunidades toman como referencia la historia antigua de los pueblos a los que pertenecieron, en una suerte de fundamentalismo histórico que les permite distanciarse de la vulgaridad y la estandarización que impone un cultura globalizada.
Bin Laden hizo exactamente eso. Utilizando un ejército de personas regadas por todo el mundo –Muamar Atta, vivía en Alemania– organizó un ataque al corazón mismo del capitalismo global desde una aldea improbable en Afganistán. Una de las razones que esgrimió para justificar su atentado fue que quería vengar la invasión que los cristianos hicieran a los ‘Santos lugares’ durante la época de las cruzadas.
¿Habrá un nuevo S-11? Eso dependerá de que las sociedades sean capaces de encontrar valores que les una, en vez de que les separe.
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