Para Ecuador y para el mundo parece haber llegado la hora de la derecha. Si es verdad lo que dicen las encuestas, los candidatos de derecha suman más votos que los candidatos de izquierda.
Claro que no es fácil decir dónde está la línea que divide la izquierda de la derecha. El gran magnate, Donald Trump, ha iniciado triunfalmente su mandato ubicándose en la derecha de la derecha y haciendo un giro planetario que inquieta a todos, en todas partes.
En Francia se prepara la extrema derecha para el asalto al poder. En Latinoamérica, la derecha se afirma en Argentina, Brasil, Perú y Colombia. La izquierda se arrincona en los Estados fallidos como Venezuela y Nicaragua. Las promesas rotas de la izquierda populista llevan los electorados a la derecha que propone el retorno a la ortodoxia económica, la libertad de mercados, seducir a los inversionistas y alentar a los emprendedores. La derecha vuelve triunfante porque la izquierda termina provocando una crisis económica peligrosa y envuelta en apestosos escándalos de corrupción. Los redentores que presumían de amor a los pobres, son los nuevos ricos que huyen con el botín de la corrupción a los paraísos fiscales que tanto odiaban cuando llegaron al poder.
La realidad es compleja y no está diseñada en blanco y negro. La derecha también hace promesas populistas y no cumplirá los sueños que ofrece. Porque los electorados son exigentes y consideran derechos adquiridos los bonos y subsidios entregados como sebos electorales por la izquierda. También porque las políticas de la derecha, incluso las más realistas, contienen contradicciones. Esas discrepancias entre las teorías y las realidades son las que hacen dudar a los expertos en el éxito de Donald Trump, erigido ahora en el redentor del mundo desarrollado.
Ofrece reducir los impuestos y mantener el gasto público. Promete un clima de negocios atractivo para las empresas, pero, al mismo tiempo, les amenaza con aranceles si llevan las plantas fuera del país. Las soluciones diseñadas para un sector pueden convertir en perdedores a otros sectores de la sociedad. Trump ha hecho la oferta contradictoria de alentar la inversión y las exportaciones al mismo tiempo que amenaza con revisar los tratados de libre comercio y poner en marcha guerras comerciales que afectarían los mercados. También es contradictoria la oferta de incrementar el gasto militar y reducir los impuestos.
Para que se vaya la izquierda no es preciso hacer ofertas utópicas, no es necesario competir en demagogia. La izquierda se va porque el electorado no le perdona el incumplimiento de sus promesas, el dispendio de los recursos, la corrupción rampante, el recorte de las libertades, la soberbia de la concentración de poderes. La izquierda se va porque el electorado quiere un cambio; es necesario más realismo, por eso es la hora de la derecha.
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