Hora del gran gendarme

Estados Unidos se ha autoproclamado gendarme mundial. Eso irrita, incluso, a muchos norteamericanos. Creo que es una equivocación. El planeta sí necesita gendarmes, jueces internacionales y castigos severos a los infractores más graves.

En una situación ideal la ONU sería esa entidad justiciera, pero ese rol fue anulado por el veto de los cinco grandes vencedores de la Segunda Guerra Mundial. A Rusia y a China no les importan las víctimas sirias. Ambas potencias se guían por frías concepciones geopolíticas. Para sus líderes los factores morales son debilidades imperdonables. Eso sucede cuando uno crece cultivando la visión marxista de las relaciones humanas: el cinismo se apodera y pudre los razonamientos. Todo parece iniciarse y terminar en intereses económicos.

Estados Unidos es hoy casi la única potencia capaz de servir de gendarme mundial y una parte sustancial de la sociedad está inconforme. En ello coinciden, curiosamente, sectores de la derecha y de la izquierda.

Desde hace siglos existen gendarmes planetarios. Roma fue uno implacable. Al hundirse su imperio, el papado asumió ese papel, hasta que, Carlomagno, rey de los francos, tomó la batuta para salvar a la Iglesia de los lombardos. Sin el gendarme inglés la trata de esclavos quizás hubiera durado más. Fue el Parlamento británico el que, durante décadas, dispuso barcos de guerra y marinos para combatir a los negreros.

Qué no hubieran dado los armenios por un gendarme internacional que hubiera detenido la masacre cometida por los turcos durante la Primera Guerra Mundial. Hubiera salvado casi 2 millones de vidas.

Cuánto dolor y sacrificios hubiérase ahorrado el mundo, especialmente los judíos, si un gendarme internacional, en 1935, cuando los nazis dictaron sus leyes antisemitas, hubiera presionado para detenerlos cuando afilaban los cuchillos.

El exterminio de casi 1 500 sirios mediante armas químicas -más de la mitad niños y mujeres- no debería quedar impune. Frente a esta monstruosidad no cabe el argumento de la soberanía o los "asuntos internos". También existe, y se admite en la ONU, la "responsabilidad de proteger". No obstante, difícilmente Estados Unidos, y quienes lo acompañen en la acción, logren contener a la dictadura siria con unos misiles para castigar al Ejército que empleó armas químicas. Del conflicto yugoslavo aprendimos una lección clave: para pacificar la región, salvar a los albano-kosovares y evitar "limpiezas étnicas", fue muy importante no solo los recursos bélicos de la OTAN, sino enjuiciar a Slobodan Milosevic y a sus cómplices.

Bashar al Asad y sus generales más sanguinarios deben enfrentarse a tribunales internacionales, y eso no se logrará con un castigo militar simbólico. Hay que dar un ejemplo contundente. Es verdad que ser el gendarme del mundo cuesta mucho en todos los órdenes, pero, como dijo John Kerry, el precio de no actuar puede ser mucho más elevado que el de hacerlo.

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