La hora de las alianzas

¿Se vota en el país por partidos y movimientos políticos? ¿Se vota por tendencias? ¿Qué significa para el elector la derecha, la izquierda y el centro y sus escalas de uno a otro extremo?¿O se vota por la imagen que proyecta la personalidad de cada candidato? ¿O por sus ofertas concretas? ¿O por otros motivos imponderables, que van más allá de las razones y la lógica y tienen que ver con emociones y sentimientos, a veces hasta contradictorios, en una coyuntura electoral concreta?

Si Álvaro Noboa renunció a su obsesivo empeño de postularse una vez más como candidato, no debía llamar la atención que el ex vicepresidente Otto Sonnenholzner retrocediera en sus intenciones de pasar por outsider. Cuánto mejor habría sido  que se hubiera mantenido en las funciones para las cuales fue llamado por Lenin Moreno.

Un eventual apoyo de Jaime Nebot a Guillermo Lasso completaría el alineamiento de los astros favorable  en la última semana a este candidato, según la imagen utilizada por  José Hernández en su columna de “4 Pelagatos” para describir “la confluencia de factores que se están dando del centro a la derecha, cuyo beneficiario directo es Lasso”. Sin embargo aquel apoyo se halla por verse tras el anuncio de la candidatura de Cristina Reyes.

Nada más difícil en la práctica política nacional que conseguir acuerdos, unificar, tender puentes entre diversos movimientos y partidos. Si embargo la actual crisis exige luchar contra la división. Con esta solo aumentarán la incertidumbre, el escepticismo y la desconfianza. Y los votos se tornarán impredecibles. Tanto más en una campaña electoral sui géneris, como la que se avecina, cuando el triunfo podría llevarse quien consiga desarrollarla de la forma más impactante en los medios digitales y redes sociales.

La multiplicación de elegibles solo dispersa la votación, torna más difícil la decisión ciudadana y más voluble el voto. La dispersión favorece la pesca a río revuelto, es decir, que queden como finalistas en una segunda ronda electoral los dos candidatos menos deseables para la mayoría.

Evitar todo ello pasa por concretar acuerdos básicos. Es la hora de las alianzas para encarar los problemas de mayor magnitud como reactivar el aparato productivo y generar empleo, salvar al IESS del colapso, enfrentar las inmensas heridas que evidencia la pandemia en la educación y la salud pública y los abismales niveles de pobreza y miseria de amplios sectores sociales, dar una respuesta eficaz al mal sistémico de la corrupción y recuperar el sentido ético y, en el plano político, la institucionalidad democrática destruida por la década correísta y su continuidad inercial de los últimos años. Es la hora de las alianzas para reducir la predecible fragmentación de la Asamblea en donde se jugará otro tiempo clave de la disputa por el poder.

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