El pasado viernes 7 de mayo, la Universidad de las Américas UDLA, junto con la Universidad Europea de Madrid, entregó el Doctorado Honoris Causa al Premio Nobel de la Paz y primer Presidente Sudafricano elegido mediante sufragio universal, don Nelson Mandela. El reconocimiento forma parte de las actividades de celebración del Año Internacional de Acercamiento de las Culturas, promulgado por la Unesco, y responde a los principios de libertad, democracia, tolerancia y convivencia pacífica defendidos históricamente por el pueblo del Ecuador.
La ‘Laudatio’ -recomendación del Doctorado- fue pronunciada por John Carlin, prestigioso escritor, periodista y autor de ‘El Factor Humano’ -obra en la que se basa la película ‘Invictus’- por su estrecha vinculación a la vida de Nelson Mandela. Intervino en el acto, también, el enviado especial del Presidente de Sudáfrica, Mac Maharaj, compañero de cárcel de Nelson Mandela y miembro del Umkhonto weSiswe, brazo armado del Congreso Nacional Africano durante la resistencia. En su exposición, estas dos personalidades eludieron el mito y el lugar común para presentar un Mandela de carne y hueso, cuya grandeza proviene de la claridad y simplicidad de sus principios morales y de su voluntad férrea para vencer las debilidades del espíritu.
De Mandela se ha dicho casi todo: profeta, santo, iluminado. Un acercamiento objetivo y desapasionado a su vida demuestra que es un líder pragmático que busca siempre resultados, sin idealismos románticos o insulsos. Bajo esa perspectiva, y superando las humillaciones sufridas, dio el primer paso para instaurar el diálogo con sus carceleros y verdugos, convencido de que un nuevo Estado sudafricano debía construirse sobre la reconciliación y el respeto. En medio de la desconfianza y temor de unos y otros, Mandela forzó la historia y logró construir un acuerdo político que conjuró los espectros de una cruenta guerra civil que parecía inminente.
En su visión de una sociedad democrática, moderna e igualitaria para Sudáfrica, Mandela asignaba a la educación una importancia superlativa. La educación, decía, es el arma más poderosa que puede utilizarse para cambiar el mundo”. Y en verdad, sin educación no hay progreso individual ni social, no existe democracia y las masas se convierten en presa fácil de la manipulación y expoliación. Sin ella no es posible, tampoco, alcanzar la dignidad humana ni hacer valer los derechos fundamentales del ser humano frente al poder.
Mandela constituye un faro luminoso para generaciones presentes y futuras. En estos tiempos, en que hondas fracturas amenazan con desgarrar al Ecuador, vendría bien que nuestros gobernantes se inspirasen en Mandela para construir una nación unida, sin odios ni resentimientos sociales.