Este 18 de septiembre se cumplen 48 años de la muerte en Nueva York de uno de los pintores más grandes y menos reconocidos, diría menos conocidos, del país.
La Asociación Ecuatoriana de Psiquiatría, Núcleo de Quito, promovió una reunión en la cual se nos presentó el filme ‘Camilo Egas, un hombre secreto’, bajo la dirección de Santiago Carcelén. El guión es de Juan Carlos Rubiano Vargas y Santiago Carcelén Cornejo y la dirección de fotografía de Juan Diego Pérez.
Para un ecuatoriano como yo fue muy grato ver inmortalizados a grandes maestros de la Facultad de Artes de la Universidad Central, como Nicolás Svistonoff, Manuel Monard y Guillermo Muriel. Svistonoff, de hecho, se ha convertido en un erudito de la obra de Egas.
La película es un esfuerzo por desentrañar a un hombre secreto y mostrar sus grandes aportes a la pintura, pero sobre todo pone en evidencia la profunda vinculación de su obra con el país.
Se ha dicho que Egas no es conocido en el Ecuador porque la mayor parte de su obra la realizó en Estados Unidos, en donde fue maestro de la New School of Social Research desde 1927 hasta su muerte. Podría ser cierto, pero es más que eso. Es secreto porque su destierro autoimpuesto fue resultado de experiencias dolorosas, entre ellas la que denuncia la película: con él se cometió un crimen de proporciones inimaginables.
No creo que exista mayor dolor para un padre que la pérdida de un hijo. Para un artista, cada obra es un hijo y para Camilo Egas, el primer pintor indigenista de Ecuador, admirado y respetado por figuras como Orozco, de México, debe haber sido una puñalada mortal ver una de sus obras destruidas por mandato de su propio Gobierno.
En 1939, en la Feria Mundial en Nueva York, Egas fue comisionado para hacer un mural del pabellón de Ecuador. Una obra de grandes proporciones que al parecer no le gusto al cónsul, al punto que denunció el mural como supuesta “mala propaganda”, pues se representaba al país como una india semidesnuda y descalza. Con ese argumento, el mural fue destruido y el pasaporte diplomático de Egas, como comisionado, fue retirado.
Finalmente, en el 2003, se cristalizó un proyecto del Banco Central para reinaugurar el museo Camilo Egas, en una casa colonial de la Venezuela y Esmeraldas. Ese ha sido un gesto de demostración de reconocimiento a este gran artista, pero el reto es lograr que el gran público lo conozca. Egas, como artista, es uno de los grandes maestros ecuatorianos: su obra abarca desde el clasicismo hasta lo abstracto, pasando por el expresionismo y el surrealismo. Para los 50 años de su muerte se debería preparar una gran retrospectiva y difundirla a gran escala. Todos los ecuatorianos deberíamos conocer a este extraordinario hombre secreto.