Juan Pablo Aguilar Andrade

Historias olvidadas

Este es un país que se desprecia a sí mismo. Dominado por un atávico complejo de inferioridad, minusvalora lo propio, busca referentes más allá de las fronteras, ignora y arrincona en el olvido hechos y personajes fundamentales para saber de dónde venimos y por qué estamos donde estamos. 

Este es un país sin memoria, que repite una historia hecha de unos cuantos lugares comunes y media docena de figuras que, a fuerza de estar en todos lados, se han convertido en nombres vaciados de contenido.

Por eso, aunque suelen ser poco difundidos, son buena noticia los trabajos que rescatan aspectos ignorados de nuestro pasado, o ponen en su lugar a quienes, por diversos motivos, han sido expulsados de la historia oficial, o minimizados por ella 

Tiene poco más de un año de publicado, pero acabo de conocerlo, un libro de Gabriel Fandiño Menéndez sobre el desconocido coronel José Antonio Pontón, guerrillero en la sierra y Esmeraldas, en los primeros años de la guerra de independencia y, junto al italiano Cayetano Cestari y al alemán Federico Rasch, líder de los grupos irregulares que abrieron el camino al ejército de Sucre, en 1822. Primer director de correos de la etapa republicana e impulsor del camino a Esmeraldas, Pontón merecía ser sacado del olvido; Fandiño lo hace con un texto ameno y lleno de personajes y episodios desconocidos.

Hace poco, Sebastián Donoso Bustamante, que ya nos contó la historia de los piratas que merodearon por estas tierras, y  rescató la vida y la obra de José Rafael Bustamante, publicó un libro sobre los Sánchez de Orellana, no para hacer una aburrida lista de ascendientes y descendientes, sino para profundizar en la vida de personajes como Joaquín Sánchez de Orellana, cuya actuación da luces sobre las relaciones de poder, las formas de actuación y los intereses en juego, cuando se estableció el Estado de Quito, en 1812.

Vale la pena adentrarse en ambos textos. Recuperar historias como esas, es la mejor manera de entender lo que somos.

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