En su obra “Apostillas al Nombre de la Rosa” en la que daba cuenta cómo fue estructurada esa fantástica novela, Umberto Eco realizaba una afirmación sustancial “los libros son historias de otros libros”. Siempre un tema por novedoso que parezca ya fue tratado quizás en otro entorno o en época diferente, pero los autores desde la antigüedad hasta la presente fecha han acudido a las reflexiones de sus predecesores para construir sus relatos, ensayos o novelas. Como siempre el autor italiano emitía una sentencia bastante difícil de ser rebatida. Si algo caracteriza a su obra es precisamente su recurrencia a esa vasta cultura que le ayudó a construir piezas y estudios literarios notables. Pero remitiendo lo que en ese momento era una sentencia para el mundo del arte, es notorio que fácilmente calza a toda actividad humana principalmente en el área de la política y economía. Así, tesis que aparentemente se presentan como novedosas ya tuvieron sus antecedentes en la historia, por lo que para aceptarlas o refutarlas hay que mirar las consecuencias que les acarreó a los pueblos que las aplicaron. Si en el medioevo las guerras se vinculaban a las religiones y son épocas oscuras de la humanidad, no se puede creer que en el mundo actual las aberraciones de minorías fanáticas puedan conducir a un resultado diferente. Visto a través de los siglos, ese extremismo practicado por sujetos que creen encontrar el paraíso inmolándose al ejecutar atentados criminales contra gente inocente, es abominable.
La barbarie sigue presente en distintas expresiones. Pero los seres humanos son proclives, de tiempo en tiempo, a retornar a situaciones que en su momento ya mostraron ser ruinosas, sin embargo de lo cual las reeditan sin tener en cuenta las consecuencias. Los totalitarismos y sus mellizos, los nacionalismos, son una buena muestra de ello. El nacional socialismo provocó una de las tragedias más grandes de la humanidad, no obstante sus métodos siguen siendo copiados por dictaduras de otro cuño.
En el otro extremo el fracaso de los regímenes denominados socialistas ha sido estruendoso. Los países de Europa del Este relegados a décadas de atraso con respecto de sus pares del Oeste; los conflagraciones en el sudeste asiático que condujeron a un genocidio, el asesinato de cientos de miles de personas, la hambruna y escasez en países donde se intentó es imponer una ideología predominante en desmedro de quienes no comparten esos credos políticos.
En nuestra región si bien los choques, combates y refriegas han sido execrables, aunque no tan devastadores, han dejado también miles de víctimas. El Salvador, Nicaragua, Colombia, Perú han experimentado procesos que han desangrado a sus pueblos. En ese aspecto las ideologías han jugado un papel desastroso, en la medida que han conducido a los pueblos a enfrentamientos fratricidas. Agotar esfuerzos para evitarlos debe ser el llamado de la comunidad internacional y la advertencia a los tiranos de turno.