El historiador debe buscar la verdad. Esto implica al menos dos constataciones básicas. Por un lado, saber que lo que logremos descubrir sobre el pasado será siempre parcial, limitado. Por otro lado, hacernos cargo del hecho de que aquello que logremos conocer, por lo general justifica sin más el pasado y hasta el presente, si no hacemos un esfuerzo crítico sobre lo que se nos ha dado. Hurgar en el pasado es siempre conflictivo. Estudiar historia, por tanto, no es solo describir, relatar, narrar las realidades pasadas, sino tratar de comprenderlas. La historia no es una actitud mecánica de registrar hechos, sino un esfuerzo explicativo.
Al emprender la tarea de explicar o comprender el pasado, el historiador, aunque está profesionalmente calificado para hacerlo, no puede despojarse de su propia visión de la realidad, de sus conocimientos y experiencias.
“El historiador es un hombre como cualquier otro, o sea, es un centro de pensamientos, de juicios y de intereses prácticos, se son reales y no frutos de simples veleidades de soñador, no pueden dejar de ser condicionados por la sociedad en que se manifiestan y se desarrollan y de la cual reciben estímulos u obstáculos”, dice un autor.
“El historiador es parte de la historia. Su posición en el desfile determina su punto de vista sobre el pasado”, dice Carr. Es así como al investigar, escribir o enseñar historia es siempre una actividad comprometida con el entorno social. Es, ante todo, “una elaboración colectiva, que se estructura como elemento de una cultura en movimiento, de una sociedad que se debate entre mantener y reformular sus relaciones constitutivas y sus formas de consciencia”. En esta línea es la argumentación de Shaff:
“La solución consiste, pues, en pasar del conocimiento individual al conocimiento considerado como un proceso social. El conocimiento individual siempre está limitado y gravado por el influjo del factor subjetivo; verdad parcial que no puede ser más que relativa. En cambio, el conocimiento considerado a escala de la humanidad, concebido como un movimiento infinito que consiste en superar los límites de las verdades relativas mediante la formulación de verdades más completas, es un proceso tendiente hacia el conocimiento íntegro”.
Aunque pareciera que el historiador es una persona aislada del mundo real, que hace su labor solo, lejos del presente y del resto de la gente, resulta claro que “siendo él un individuo, es asimismo producto de la historia y de la sociedad”, dice Carr. Estudiar historia es una labor social. “El hombre no se acuerda del pasado; siempre lo reconstruye. El hombre aislado es una abstracción. La realidad es el hombre en grupo”. Así lo ve Lucien Fevbre.
Todo lo dicho pretende establecer cómo se hace historia en cuanto ciencia que tiene siempre un compromiso con la verdad.