@VicenteAlbornoz
Corría el año 2006 y el Ecuador tomaba su muy soberana (y soberanamente tonta) decisión de expulsar a Occidental Petroleum. Esa decisión, unida a otros hechos ajenos a la voluntad del país, iban a desatar una serie de eventos que marcarían la economía por largo tiempo.
El día en que se expulsó a Occidental, el gobierno ecuatoriano dio una señal clara de que no iba a respetar los acuerdos con las petroleras privadas, por lo que esas empresas dejaron de invertir en el país. Si bien la Oxy distaba de ser angelical y merecía una sanción, la forma en que se lo hizo es lo que fue soberanamente tonto y por eso acabamos perdiendo los juicios con la petrolera.
Pero más allá de ese caso concreto, el problema es que las petroleras privadas dejaron de invertir en el país y por eso la producción se estancó. En realidad, el 2006 fue el año de mayor producción en la historia hasta ese momento (e iba a mantener ese récord hasta el 2014 en que fue levemente superado).
La producción petrolera empezó a caer a partir del 2007, pero coincidió que desde ese año el país tenía un gobierno ávido por gastarse hasta el último centavo que cayera en sus manos. Entonces, dado que la producción no crecía, el gobierno se apoderó de una mayor proporción.
Y en base a cambiar contratos y controlar campos petroleros, el gobierno pasó de controlar el 59% de la producción petrolera en el año 2005 a controlar el 91% en el año 2011.
Pero esto merece resaltarse un poco más, porque lo que ocurrió es que un gobierno al que no le importaba la producción, sino la distribución, realmente puso en práctica su filosofía, porque lo que llegó a controlar fue una proporción mucho más grande de una producción más pequeña. Destruyó y redistribuyó riqueza, no la creó.
La ahuyentada inversión privada pudo haber sido reemplazada por inversión pública, pero la desesperación estatal por gastar no dejó recursos disponibles para inversiones de largo plazo.
Y de golpe tuvimos un gobierno con mucho más petróleo y con un petróleo más caro y el 2011 el gasto público creció como pocas veces lo había hecho. El problema es que el gobierno se acostumbró a tener un gasto creciente. Pero ese mismo año ocurrió lo que iba a resultar un desastre para los revolucionarios: el precio del petróleo dejó de subir. Se estancó en un nivel altísimo, pero se estancó.
Ese fue el momento en que el gobierno, incapaz de adueñarse de una mayor proporción de la producción petrolera y con un precio estancado y al mismo tiempo incapaz de vivir sin un gasto público creciente, tomó la fatídica decisión de cubrir ese crecimiento, a como dé lugar, con más deuda interna y externa. Y entre enero 2011 y mayo 2017, la deuda pública creció, en promedio al destructivo ritmo de USD 414 millones al mes.