Existe un eje fundamental en la historia de la democracia de Estados Unidos y de enorme trascendencia en el mundo occidental. Se trata de la Primera Enmienda que junto con las otras nueve reformaron la primera y única Constitución de esa nación expedida en 1787. Si bien sus efectos más conocidos corresponden al mandato para el Congreso Nacional: “no hará ley alguna”; y por tanto no legisle contra la libertad de expresión o de prensa, fueron consustanciales la libertad religiosa y de asociación.
Particularmente, el aspecto religioso fue la causa histórica de la denominada Primera Enmienda. Recordemos que esa nación se fundó sobre la necesidad de la libertad religiosa de los puritanos perseguidos en Inglaterra y otros regímenes dominados por la intolerancia; motivo por el cual traspasaron los mares encabezados por la emblemática expedición del Mayflover en 1620. En ese sentido, la necesidad profunda de la libertad de conciencia fue la causa primera de la emigración y luego de la independencia; de allí su acendrado sentimiento de libertad que, a pesar de muchos avatares históricos que han acosado a esa férrea estructura, no ha sido posible destruirla. ¿Cómo era posible la libertad religiosa sin libertad expresión?
Estas consideraciones son importantes con motivo de la visita de la Secretaria de Estado al Ecuador, Hillary Clinton. En la agenda oficial se ha priorizado la posibilidad de un acuerdo económico bilateral; la renovación de la Atpdea; las relaciones de EE.UU. con la entelequia de Unasur y, finalmente, el candente tema de ley antimigratoria del Estado de Arizona.
Es seguro que existan -como es común en la diplomacia- temas fuera de agenda. Entre ellos el tema de la libertad de expresión en el Ecuador y la situación del Departamento del Tesoro de los EE.UU. con relación a la decisión del GAFI.
En el primer caso, es imposible que Hillary Clinton no ratifique la declaraciones -históricas en la relación bilateral- del presidente Barack Obama de abril del 2009, cuando al felicitar al mandatario Rafael Correa por la reelección, expresó sus deseos por el desarrollo de la democracia en el Ecuador y particularmente por la libertad de expresión tan duramente acosada por el actual régimen. Esa misma posición fue ratificada por el Secretario Adjunto para América Latina, Arturo Valenzuela, por lo que sería difícil que la Secretaria de Estado no insista en ella como esperanza y también con preocupación. Los tiempos no han cambiado; por el contrario, se agravaban por una represiva y extremista Ley de Comunicación que se avecina.
En el otro caso, la situación es propicia para que en la cita se den mutuas explicaciones y Estados Unidos promueva que el Ecuador sea eliminado de la lista negra en que se nos ha ubicando. Es imposible que la visita sea de mero protocolo; es política y ojalá cause beneficios recíprocos.