La figura del terrorista que actúa como lobo solitario, sin relación con grupos articulados, convertido en vengador universal, hoy es moneda corriente en la vida contemporánea. Ahí están los hermanos Tsarnaev, quienes devastaron a los participantes del maratón de Boston en abril pasado.
Pero hay más asesinos. Mohamed Merah, el yihadista de Toulouse: 7 muertos en los Pirineos. Anders Behring Breivick: 77 muertos en Noruega. A todos los precede Timothy McVeigh, autor del atentado de Oklahoma en 1995: 168 muertos. No menos letal resultó el israelí Baruch Goldstein: 29 muertos en Hebrón en 1994.
Pero deseo volver sobre uno de los hijos más letales en el tiempo de este dios díscolo que es el odio de las ideologías. El 3 de abril de 1996 el mundo entero descubrió a Theodore Kaczynski, matemático destacado, con estudios en Harvard, PhD en la Universidad de Michigan y experiencia pedagógica en Berkeley. 17 años más tarde este matemático sigue viviendo en las tinieblas.
Su nombre de guerra fue Unabomber (así bautizado por los investigadores federales por enviar bombas por correo a universitarios y empleados de aerolíneas). A lo largo de 18 años de actividades criminales, Kaczynski mató a 3 personas y desfiguró o mutiló a otras 23.
Su padre, un fabricante de salchichas de Chicago, le enseñó a amar los espacios abiertos, la naturaleza y le inculcó cierto respeto por los valores académicos. Su madre, pequeña, fuerte de carácter, tenaz, siempre mantuvo la determinación de que sus hijos estudiaran y alcanzaran altos niveles profesionales.
Kaczynski entró en Harvard a los 16 años de edad. Curiosamente, fue aquí donde este joven esquivo relacionó la meritocracia con la humillación.
Como matemático, se especializó en análisis clásico. Obtuvo su posgrado en la Universidad de Michigan, y consiguió trabajo como profesor asistente en Berkeley Renunció sin explicación cierto día y literalmente desapareció. Durante 1969 a 1978 Kaczynski viajó por Estados Unidos y América Latina.
David fue su némesis a lo largo de una vida tortuosa e infeliz. Ambos se fueron de casa para estudiar, escaparon del yugo familiar hacia la libertad de lo desconocido y lo salvaje. David se hizo amigo de un latino solitario que vivía apartado del mundo. Leía a Gandhi, comía sólo verduras. Y regresó a la civilización para casarse con una novia a la que amaba. Se convirtió en trabajador social. Theodore también regresó y comenzó a matar gente.
Hoy cumple su sentencia en la cárcel de máxima seguridad de Florence, Colorado, con algunos vecinos “célebres”.
David Kaczynski delató a su hermano con la condición de que éste no se enterara. Las autoridades no cumplieron su promesa. En la actualidad es el director ejecutivo de la ONG New Yorkers against the Death Penalty.
Usó el millón de dólares que obtuvo por entregar a su hermano para pagar a sus abogados, y el resto se repartió entre las víctimas de las bombas y sus familias. Aunque sabe que hizo lo correcto, no siempre duerme en paz. En ciertas pesadillas siente que está muy cerca de abrir la celda de su hermano para acercarle algo de comida sana. Siempre se despierta antes. Nunca será fácil traicionar a un hermano.