Los testimonios de las ex esposas o los hijos de las celebridades suelen ser un ajuste de cuentas donde las intimidades e incoherencias del personaje quedan expuestas a la luz del día.
Ejemplo canónico es ‘Vida con Picasso’ escrito por Françoise Gilot, la única que se liberó. Pero que los libros sean ricos en detalles escabrosos no significa que sus autores tengan toda la razón, menos aún cuando hay tantas frustraciones de por medio. Por fortuna, ‘Hija de revolucionarios’, de Laurence Debray, historiadora y periodista, es mucho más fino y valioso que un conjunto de infidencias sobre el famoso revolucionario francés que anduvo con el Che. Aunque las tiene, por supuesto, y no le faltan notas crueles y sarcásticas. Pero hay también agudas reflexiones históricas y sicológicas y admiración a los padres. Y hay ternura con los abuelos que la criaron y buena onda con muchos de los famosos amigos de Régis y Elizabeth Burgos, quienes la protegían y mimaban de vez en cuando, ese jet-set progre que iba desde Jane Fonda y Simone Signoret hasta los altos políticos del establishment español y francés, con Mitterand a la cabeza, un presidente obnubilado por la pompa del poder.
Sin embargo, lo mejor de esta historia empieza 20 años antes, cuando un jovencito brillante de la alta burguesía parisina, filósofo marxista y escritor dotado, decide vincularse a la guerrilla venezolana para cambiar el (tercer) mundo. En Caracas conoce a Elizabeth, otra comunista cosmopolita e intelectual de armas tomar, pero cuando el Gobierno reacciona, escapan hacia el sur. Entonces pasan por Quito, donde Guayasamín los acoje y les pinta sendos retratos. (El de Elizabeth aún puede ser visto en la Fundación).
Luego vendrá Cuba, la estrecha amistad con Fidel, la escritura de ‘Revolución en la Revolución’ y la visita a la guerrilla del Che en Bolivia. Allí es aprehendido y salta a la fama mundial. Francia lo respalda, como luego lo hará con Ingrid Betancourt. Meses después el Che es asesinado y Régis pasa tres años más en prisión hasta que sale indultado al Chile de Allende, a quien entrevista y critica por su posición ‘reformista’. La cárcel no ha disminuido su arrogancia intelectual, pero visto el asunto desde ahora, cuando ‘revolucionario’ se ha vuelto sinónimo de ladrón y amante de los lujos, es casi inentendible el compromiso político de quienes lo sacrificaban todo en el altar de la utopía marxista: la comodidad, la carrera, la familia y hasta la vida.
Pero es igualmente incomprensible que un tipo culto e inteligente como Régis Debray haya podido creer que los focos guerrilleros derrotarían al Imperio para instalar en la América liberada el modelo estalinista de Cuba. Aunque luego fue asesor de Mitterand y rompió con Fidel, hoy mantiene el culto de Hugo Chávez, algo que su hija tampoco le perdona.