En días pasados tuve el honor de recibir la visita de un ilustre personaje de la vida cultural del Brasil contemporáneo, don José Roberto Faraco Braga, más conocido como Beto Braga; nacido en el corazón de San Paulo, quien recorre por segunda vez el continente americano desde el austro hasta el septentrión impulsado por el afán de promover el reconocimiento de las Américas a tres héroes brasileros del siglo pasado, que concibieron la idea de unir los extremos norte y sur del Nuevo Mundo con una carretera transitable por automóviles, pues justamente en su época, hacia 1927, el extraordinario Henry Ford había comenzado la producción en serie de su primer vehículo motorizado, conocido con el nombre, para perpetuar el suyo, de “Ford T”.
Beto Braga se ha propuesto traer a la memoria del recién comenzado siglo XXI el recuerdo de la hazaña de aquellos tres héroes que, cuando aún carecían las Américas de una sola ruta que las uniera, resolvieron poner en evidencia la necesidad de crearla, difundir la idea en las múltiples regiones del enorme continente –desde la Patagonia hasta Alaska–; demostrar la posibilidad de una moderna vía carrozable; interesar a los gobiernos seccionales y nacionales; habilitar y unir entre sí algunos trechos, si ya los hubiera; lanzarse, en fin, ellos mismos a la aventura de recorrerla en el único automotor entonces disponible, el “Ford Model T”.
Los protagonistas de aquella historia olvidada fueron el teniente Leónidas Borges de Oliveira, visionario promotor de la unidad de las Américas -norte, media y sur- quien prosiguió después una brillante carrera militar y diplomática; el director técnico e ingeniero Francisco Lopes da Cruz y Giuseppe Mario Fava, hijo de inmigrantes italianos, mecánico encargado del mantenimiento del vehículo. La expedición brasilera pro-carretera panamericana se inició en Río de Janeiro el 16 de abril de 1928 y allí mismo terminó 10 años más tarde el 25 de mayo, después de haber recorrido 27 631 km., a través de Paraguay, Argentina, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador, Guatemala, México y Estados Unidos. En todas partes fueron recibidos apoteósicamente, se acogió su idea que parecía utópica y se iniciaron en todo el continente proyectos, cronogramas, rutas: al finalizar el siglo XX ya era una realidad.
Beto Braga, del mismo temple de aquellos pioneros ha rehecho el viaje epónimo buceando fuentes, recopilando documentos y periódicos de la época, ha escrito un hermoso libro ‘El Brasil a través de las Tres Américas’ y proponiendo la erección de un monumento recordatorio en honor de los tres expedicionarios de aquella hazaña, idea que merece aplauso y felicitación, aunque, en mi opinión, el monumento sería no a tres sino a cuatro eximios brasileros, Beto Braga incluido.