En medio de tantas noticias descorazonadoras y amargas; en medio de tantos enfrentamientos y polémicas; en medio de tantos odios y palabras enconadas que vuelan como balas perdidas, porque eso son… En medio de todo eso, leí la historia de un hombre que va camino de convertirse en uno de los mayores héroes de nuestro tiempo, un héroe de verdad. Un mártir, un símbolo, un santo. Un revolucionario que ofició el más radical de los sacrificios.
Se llamaba Tao Hsiao -que su nombre se inscriba en bronce, con un discreto motivo navideño- y era chino, de treinta y ocho años, oriundo al parecer de la provincia oriental de Jiangsu. Y hace un par de días se suicidó como un grande, saltando al vacío, que luego no lo fue más, desde el sexto y último pisos de El Águila Dorada, el centro comercial: un aparatoso mall en Xuzhou, alumbrado con palmeras de neón. El averno.
¿Qué produjo la abrupta decisión de este heroico suicida, este filósofo y benefactor de la especie humana? La respuesta la da el Daily Mail de Londres, y cientos de miles de periódicos más en el mundo que la han reseñado con maravilla y emoción en internet: con su vuelo libertario, Tao Hsiao se quitó la vida tras cinco horas macabras e ininterrumpidas de compras y vueltas en el centro comercial The Golden Eagle. Cinco horas, cinco. Quien hizo esas compras y dio esas vueltas en alocado frenesí no fue él, no, sino su novia. De allí todo el valor simbólico de su gesto final; todo el mérito de su muerte de santo y de mártir. No lo cuentan los periódicos, pero se imagina uno que el día del pobre Tao Hsiao debió de empezar con la aterradora pregunta: “Amor: ¿me acompañas a hacer unas compritas? No nos demoramos, son unos regalitos de Navidad…”. Cinco horas estuvo la novia de Tao Hsiao comprando cosas en El Águila Dorada, yendo de aquí para allá al acecho de una blusita, unos aretes, una chalina para mamá, un perfume. Midiéndoselo todo, cogiendo y dejando con increíble pericia las mejores promociones. “Amor: me queda bien esto, ¿no? Pero parece que el punto de quiebre -nunca mejor dicho- en el destino y la relación de Tao Hsiao fueron los zapatos, después de esas cinco horas fatídicas su novia se empeñó en que quería seguir buscando unos zapatos. Él, cargado con todos los paquetes, con ese hormigueo en los pies que solo quienes hemos estado en su situación conocemos de sobra, exhausto, exasperado pero dulce, le dijo que por qué no lo pensaba mejor, que ya era tarde, que además ella ya tenía muchos zapatos, quizás demasiados. “Miamorcito…”. La novia de Tao Hsiao montó en cólera, acusándolo de ser un tacaño y de querer arruinar siempre la Navidad. Según un testigo presencial de los hechos, la mujer empezó a insultar sin compasión al pobre novio. Entonces él dejó los paquetes en el piso, y saltó feliz al vacío.
El Tiempo, Colombia, GDA