Una misma persona, por sus acciones, puede ser vista como héroe o como villano.
El endiosamiento de Julián Assange que auspicia el Gobierno ecuatoriano, porque aquel ha publicitado secretos diplomáticos y militares de EE.UU., exteriorizando desde chismes de embajadas hasta entornos y circunstancias de crímenes en territorios donde está la presencia de ese país, lo ha magnificado como que es el ‘ícono de la libertad de expresión’. Evidentemente es un tema direccionado, porque al país a cuyo Gobierno se le imputa comportamientos viles, es la potencia imperial norteamericana. ¿De ser otro el Gobierno sometido a la delación y espionaje informático –Cuba o Venezuela, por ejemplo- los complotados para el efecto, también serían ‘íconos’ o héroes?
Assange, para demostrar el riesgo que corre su seguridad y su vida, de abandonar la Embajada, lo que asume el Ecuador para el asilo, desconfiando de la idoneidad de la administración de justicia de Suecia, desde el balcón de la Embajada del Ecuador y en entrevista concedida a un medio controlado por el Gobierno ecuatoriano, con entrevistador remunerado, para su reproducción a nivel internacional, se refiere a su informante confeso, el soldado responsable de inteligencia militar en Afganistán, Bradley Manning. Como este está para ser juzgado por traición a su Patria – con riesgo de condena a reclusión perpetua- lo califica de “héroe” y demanda que sea liberado.
En el Ecuador, si el soldado fuese ecuatoriano, también debería ser juzgado por traición a la Patria y condenado a similar pena, además, con responsabilidades penales para complotados nacionales y extranjeros, que podría ser el caso de Assange, de ser similares las normas. El mismo acto se ve como heroísmo cuando es contra Estados Unidos y como traición y villanía si fuese contra otro país.
Por mí, lo digo y repito, que en nada haya reserva o secreto, pero no solo cuando se trata del Gobierno norteamericano, también respecto a otros y en nuestro país, donde el secretismo impuesto por los entornos del poder constituye el mayor aliciente de la corrupción en los negocios públicos.
Lo de héroes y villanos no aplica a los que se arrastran en la obsecuencia. Esos nunca serán héroes, sino simplemente obsecuentes.
Los casos más patéticos están en quienes deben actuar con independencia, autonomía y racionalidad. La separación de poderes nada vale, si solo se marca por los vehículos que usan, los edecanes, o las oficinas o escenarios en que actúan. Las actuaciones deben demostrarla.
Inclusive, respecto a los obsecuentes, el gobernante y su entorno disfrutan de demostrar que aquellos lo son, con repetidos tirones de orejas. El espacio más visible viene siendo el de la Asamblea Nacional, lo que no excluye la repetición de similares conductas en otros espacios del poder público.