Todos somos ricos

Minombre es Kevin Guamán, voy a cumplir 18 años y estoy por finalizar el bachillerato. Vivo y estudio en el sur de Quito, mi madre es empleada doméstica. Lava ropa los sábados en diversas casas para aumentar los ingresos. Somos cuatro hijos. Yo soy el último. Mis hermanos son casados y tienen sus hijos pequeños. Mi hermana es doméstica también, tiene un hijo y está embarazada. Convive con un señor que es guardián nocturno. Mis hermanos varones trabajan en la construcción, son obreros soldadores. Hoy están desempleados.

Todos vivimos en la casa de mi mamá que se ubica en el barrio la Lucha de los Pobres. Bueno, no es casa, sino varios cuartos independientes que cada hijo ha ido construyendo a medida que fue creciendo su familia. Vivimos de manera decente, pero apretados.

El anuncio del Gobierno sobre el Impuesto a la Herencia nos preocupó a todos los hermanos. Hemos hecho cuentas y entre la plusvalía del terreno y las “mejoras” realizadas, la “casa” cuesta más de 35 000 dólares y habrá que pagar nuevos impuestos, en el caso que mi mamá muera. De dónde, si para la comida diaria hace falta.

Pero hay otra cosa que a mí y a mis compañeros de curso nos causa risa y nos descoloca en nuestra identidad. Es el anuncio de que este impuesto lo pagarán los ricos. De pronto, unos habitantes de la Lucha de los Pobres, nos hemos convertido en ricos, en ‘pelucones’.

Pero esto también se relaciona con lo que vivimos en el ‘cole’. Con la reforma del bachillerato tenemos la materia de emprendimiento que improvisadamente cualquier profesor nos da. Nos machacan diciendo que debemos ser emprendedores, montar un negocio, ser empresarios, o sea que debemos hacernos ricos.

Pero en la propaganda del Gobierno se hace quedar mal a los empresarios. ¿Y ahora, con la novedad de que también somos ricos y pelucones?, ¿a qué jugamos? Nos da risa, pero también desesperación frente a la dura realidad, a la imposibilidad de lograr cupo en la universidad, de no encontrar trabajo y menos de “montar un negocio”, como les pasa a muchos compañeros que ya se graduaron.

Nos indigna que a miles de bachilleres se nos ponga tantas trabas y exigencias para todo, y que a otras personas, teniendo similar título de bachiller, pero con altas relaciones políticas, llegaron a dirigir altas funciones del Estado ganando miles de dólares mensuales, formando una capa de “nuevos ricos”. ¡Qué injusto! Y esto nos lleva a otro punto: “Más impuestos… más plata para el Estado: ¿Para qué? ¿Para quiénes?”.

La reflexión de Kevin Guamán es una recreación de un grupo focal de dirigentes estudiantiles de bachillerato de diversos colegios públicos del país. Habla de la preocupación e indignación de un significativo segmento de la población pobre y de clase media baja, que ve que sus vidas y el país se les va de las manos.

mluna@elcomercio.org

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