No quisiera ser mal agorero pero no puedo dejar de alertar sobre lo que se viene para el 2017. No veo ni la convicción oficial ni las acciones de gobierno que permitan modificar mayormente cómo se ve el futuro cercano. Ojala me equivoque, pero lo que he venido anticipando desde 2007 se ha presentado.
Unos dirán que el gobierno sigue y sigue y no pasa nada. No es así. Pasa y mucho. La crisis económica engatillada por la falta de recursos externos, pero creada por los excesos de los últimos 9 años es hoy una realidad traducida en una recesión económica que conjuntamente con Venezuela lidera las mayores caídas de producción en América Latina.
Ejercicios desarrollados demuestran que las necesidades totales de financiamiento para 2017 no serán menores a los USD 15 mil millones. Este número incluiría el déficit fiscal y todo el resto de obligaciones fiscales como los vencimientos de capital de la deuda pública interna y externa, los atrasos con proveedores del Estado, los compromisos del gobierno con el Banco Central por la entrega de plata a cambio de bonos, las emisiones de papeles a corto plazo, etc. etc.
También está el legado de la nueva deuda pública contratada en este gobierno, la misma que solo al día de hoy, no a mayo 2017, ya muestra un incremento de cerca de USD 32 mil millones. En enero 2007 ésta fue de aproximadamente USD 13 mil millones mientras que ahora la deuda pública es de alrededor de USD 45 mil millones, obviamente incorporando todo lo no contabilizado. Es decir, el nuevo gobierno tendrá que sentarse a ver cómo manejaría este “problemita”. Dirá el gobierno, sí pero lo técnico es comparar frente al PIB, pues en ese caso también el salto es evidente, pues pasa del 16% de PIB el 2010 al 45% del PIB el 2016, esto es, casi 30 puntos del PIB en los últimos 7 años, una total barbaridad.
La balanza comercial empieza a registrar superávit, el mismo que a mayo pasado fue de aproximadamente USD 400 millones.
Lamentablemente, ese excedente se produce por una caída salvaje de las importaciones en cerca del 35% anual, reducción en todos los rubros como materias primas, bienes de capital, bienes de consumo, lubricantes. La reducción es tan fuerte que pocos importan porque sus ventas en el país están por los suelos.
Si a esto se añade cero ahorros, mala imagen internacional, altísimo costo de producción, inestabilidad jurídica y tributaria, alto desempleo y subempleo, entre muchos otros problemas, ¿qué clase de país dejarían? Y, si el nuevo régimen es responsable y patriota, le tocará enderezar todo, lo cual va a demandar el esfuerzo y el sacrificio de todos sin excepción. Los oficialistas salientes seguramente dirán: “Ya ven con nosotros no pasaba nada”. ¡Qué perverso el tema! ¿Los irresponsables bien librados? Lo torcido tendrá que ser sancionado por una justicia independiente.