La muerte de George Floyd en manos de la policía en Minneapolis, Estados Unidos, fue apenas la gota que derramó el vaso. No sólo porque las ciudades de Estados Unidos se levantaron en protesta para decir basta ya de abuso policial, sino por el efecto dominó que generó en muchas partes del planeta para reconocer el racismo en casa.
La crisis que vive Estados Unidos tras el asesinato de Floyd, complicada por la pandemia de Covid-19, también es la gota que derramó el vaso de su hegemonía mundial. Desde Tucídides, hegemonía es el poder de mandar y liderar sin necesidad de recurrir al uso de la fuerza. EE.UU. amplió en el siglo XX la tradicional ecuación de Tucídides. Washington impuso la idea de que la superioridad ética y los valores democráticos son requisitos tan o más importantes que lo militar y económico. Esta fue la razón de su victoria tras el fin de la Guerra Fría: su ideal democrático, superior al pasado imperialista europeo y, por supuesto, al totalitarismo de regímenes también poderosos como Rusia o China.
Quién hubiera dicho que la nueva Guerra Fría se ganaría en las calles. Han bastado tres años y medio de un gobierno populista autoritario estadounidense para que la mítica imagen de “la ciudad resplandeciente en el monte” que vendió Ronald Reagan se destruyera por completo. ¿Cómo Washington condena la violenta represión de los manifestantes en Hong Kong por parte de China, cuando Donald Trump ordenó hacer lo mismo, sólo para poder hacerse una foto en Plaza Lafayette? China no necesita siquiera ya manipular los datos. Puede usar todas las expresiones del líder populista en Twitter: “dominación” y “si empieza el saqueo, empiezan los disparos” para insistir que Washington no tiene la estatura moral para dar lecciones a Beijing. La conducta del gobierno republicano es ya carta blanca para populistas autoritarios de izquierda o derecha buscando “controlar y dominar”, en palabras de Trump. No hay liderazgo y tampoco contrapesos. El único que estaba disputando ese puesto era China, pero Beijing sabe bien que le faltan los números, en lo económico y militar para convertirse en el contendor absoluto. Esa es la razón por la que Beijing está tratando por todos los medios de que no colapse el sistema internacional, como lo conocemos, antes de que haya algo sostenible que lo sustituya (increíble, pero cierto). Sí, EE.UU. -no China o Rusia- está dinamitando todo el sistema: boicoteando la elección del panel de apelación en la Organización Mundial de Comercio; evitando que se emitan bonos de liquidez en el FMI en media recesión; retirándose y desfinanciando la Organización Mundial de la Salud en plena pandemia y, a partir del jueves; imponiendo sanciones a funcionarios de la Corte Penal Internacional por investigar abusos estadounidense en Afganistán. Difícil decirlo, el mundo revive ahora los terribles años 20s del siglo pasado y lo único cierto ahora es la anarquía.