Gracias Héctor Abad Faciolince. Por ser capaz de “desnudar el alma ante un espejo en busca de sí mismo.” – no me acuerdo de quien es la cita o si me la inventé en Quito en una noche de sinceridad y alcohol entrevistando a Luis Miguel Dominguín, en la que se arrancó todas sus mascaras, cómo si estuviera inmerso en un soliloquio, sin testigos. El Diario EL COMERCIO le dedico una página entera, que aún conservo amarilla y comida por el tiempo.
Generó controversias y criticas muchos no quieren conocer el lado oscuro, el real, el humano de sus mitos. Se asustan de verse reflejados en esas vivencias y esos pensamientos y acciones que jamás quieren admitir y aún menos confesar. Como decía Andre Malraux “¿qué relación hay en entre el hombre y el mito que ese hombre encarna?”.
Me fascinan los libros-testimonio. Aquellos donde el ombligo es el que dicta y obliga a sacar lo más íntimo de los escritores. Aquello que todavía no es bien visto en la socialite, porque no es ficción, ni novela, ni las miserias están narradas en bocas de otros personajes.
“Lo que fue presente”,ese diario que condensa los infiernos mentales, las inseguridades, los dolores, los miedos, los amores, las frustraciones y sueños, que plasma en sus páginas sin pudor ni maquillaje, que llegan al lector como una navaja que se hunde en la piel, tajante y dura, sin compasión, nos descubre un Héctor Abad Faciolince que desnuda sus heridas, palabra a palabra, reflexión a reflexión, golpe a golpe… En una prosa perfecta, casi poesía o cadencia musical y se abre en canal entregándonos su alma.
Gracias por tu angustia. Por compartirnos el miedo a la Vagina misteriosa, a la impotencia ante el ser amado, a la vergüenza del orgasmo sin amor, y el amor sin deseo…Ningún hombre escribe de estas cosas. Son innombrables para el público… como, si no formaran parte del ser.
Lo leo. Lo subrayo. Lo releo. Me identifico. Siento que se me retuercen las tripas porque me las está revolviendo y escarbando también mis oscuridades que ya creía olvidadas, y las ilusiones intactas y la ternura y los amores sagrados y los encuentros pasajeros que creíamos redentores y nos hundían más en la desorientación, para impulsarnos a inventarnos de nuevo en borrón y cuenta nueva.
-“…Hay algo de lo cual no he dicho la verdad: también yo soy uno de los asesinos de mi padre. Lo deje sólo… A mi papá lo matamos quienes rechazamos su amor… el ejercicio del amor hacia la mayoría es terriblemente subversivo…”
-“Es la primera vez que lloro en un sueño, que lloro soñando (no sueño que estoy llorando sino que lloro mientras sueño) Abrazo a mi papá estrechamente, lo siento, lo toco, lo huelo, me aprieta, lo aprieto, gimo, estoy feliz, pero lloro. Me despierto lloviendo lágrimas…”