Víctor Raúl Haya de la Torre -figura singular de la política peruana- tuvo un sitio de honor en el “club de los perseguidos” y llegó a su momento cumbre cuando en la noche del 3 de enero de 1949 se presentó en la Embajada colombiana, en Lima, y pidió asilo para salvar su vida. La respuesta del Gobierno de Bogotá fue positiva, pero el dictador del Perú, el odioso general Manuel Odría, mandó un mensaje: “No hay asilo. Es un delincuente común. Dirigió un levantamiento que causó muertes”.
La historia de ese asilo es un clásico en la materia. Colombia y Perú acordaron poner el problema en manos de la Corte de Justicia de la Haya, pero aun los jueces del tribunal más famoso del mundo se enredaron y cada paso dieron entre dudas y tardanzas, hasta dictaminar que Haya de la Torre no debía ser tratado como un delincuente común. Mientras tanto, habían pasado las horas, los días, los meses y cinco tremendos años, durante los cuales el dictador Odría mostró su rabia abriendo zanjas y sumando guardias alrededor de la Embajada. Su gesto final, en 1954, fue privar de la nacionalidad peruana al fundador de Alianza Popular Revolucionaria Americana, Apra, reconocido como partido de masas, anticolonialista y antioligárquico, parte del naciente socialismo pero con el lema “ni Washington ni Moscú”.
Damos un salto y adelante. El asilo concedido por el Gobierno ecuatoriano, el miércoles último, fue la noticia número 1 de ese día en todos los medios de comunicación de los cinco continentes. Claro, si el asilado es nada menos que Julián Assange, el ‘hacker’ y personaje de los wikileaks, que conmocionó al globo con la difusión de cientos de miles de documentos secretos básicamente de los Estados Unidos y está enjuiciado por presuntas andanzas sexuales. Más de un título periodístico internacional afirmó que “Ecuador desafía al Reino Unido y a los Estados Unidos” y, por supuesto, a Suecia. La Embajada ecuatoriana en Londres es un centro de atención e igual el personaje que ocupa una pequeña oficina y muestra su gratitud aunque con algún signo de aburrimiento mientras come una pizza al día.
La idea del asilo, por cierto, fue de Kintto Lucas, pero tomó dimensión cuando se convirtió en “otra obra de Correa”, por razones humanitarias y en favor de su popularidad global, posiblemente por dos motivos. Para mejorar la imagen global opacada por las multas millonarias a la prensa y -aunque usted no lo crea- para impulsar casa adentro la cacería implacable de votos con miras a las elecciones del 2013. Con el apoyo involuntario y tontón de la Cancillería del Reino Unido, que amenazó con la toma de la Embajada y convirtió al asilo en un tema regional. Todo mientras Assange se siente bien al ser considerado en Carondelet como periodista venerado y proclama que “fue un triunfo”, pero tiembla cuando en Internet lee la amarga historia de Haya de la Torre y sus cinco años de asilo en una Embajada.