Todos esperaban el milagro de la unidad. Los políticos aguardaban el acuerdo de todos para enfrentar unidos a quien ni siquiera puede ser candidato. Las organizaciones indígenas clamaban por el agua y la tierra, los médicos luchaban contra el Código de la Salud, los trabajadores exigían que se derogue la Ley de Justicia Laboral, los empresarios pedían la eliminación de las sobretasas arancelarias, los maestros intentaban recuperar el control de sus ahorros.
Todos chocaban contra un muro infranqueable que devolvía las demandas con acusaciones de golpistas, ponchos dorados, tirapiedras, violentos, magnicidas, mientras dividía las organizaciones con dirigentes de trabajadores, indios, empresarios, maestros y médicos que se prestaban para el diálogo.
Aumentaba el número de médicos cubanos en los hospitales, el número de prometeos en las universidades y se llenaba el coliseo con choferes. Desde la Presidencia se pronosticaba violencia en las protestas, se clamaba que detengan la marcha indígena para que no destruyan los caminos y se contrataba músicos para atraer gente que defienda la democracia.
El milagro que esperaban unos y temían otros, se ha hecho realidad. Ahora hay una sola exigencia: que se archive el proyecto de enmiendas constitucionales. Demandan lo mismo los indígenas, los empresarios, los trabajadores, los maestros, los políticos, los médicos, los ciudadanos. ¡Quieren tomarse la Asamblea!, clama el discurso oficial, advirtiendo que ha cambiado el escenario y ahora se trata de un problema entre los ciudadanos y sus representantes.
Ha resucitado un viejo problema mal resuelto por la Corte Constitucional. El proyecto de enmiendas no tiene dueño. Según la Constitución, las enmiendas pueden ser propuestas por el Ejecutivo, por la Asamblea o por el pueblo. El proyecto que tramita la Asamblea no es del Ejecutivo porque habría convocado un referéndum; no es de la Asamblea porque nunca sometió a votación para lograr el apoyo de un 30% de sus miembros; no es de la ciudadanía porque nadie ha recogido las firmas de respaldo. Ahora el pueblo reclama a sus representantes que devuelvan el derecho a decidir sobre las enmiendas constitucionales. El experto en divisiones tendrá que luchar para que no se divida el bloque legislativo.
El archivo del proyecto de enmiendas impedirá que se disminuyan las facultades de los gobiernos seccionales y de la ciudadanía para consultar al pueblo, que se limite la tarea de la Contraloría, que se cambien las tareas de las Fuerzas Armadas, que se afecte a los obreros del sector público, que se declare la comunicación como servicio público y que se establezca la reelección indefinida.
Si se archivan las enmiendas, se acabó la reelección indefinida. Si no se archivan las enmiendas, serán castigados los representantes que hayan usurpado el derecho de los ciudadanos.
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