Si por salida entendemos tener un crecimiento económico sostenido y a la vez disminuir la pobreza estructural, no la hay. Ni pronto ni en el mediano plazo, porque la implementación política ha sido miope al no haber priorizado la modificación de la estructura productiva caduca y no disminuir la desigualdad como sostén del crecimiento. Al habernos retrasado en la preparación moderna del recurso humano no tenemos un progreso sólido de la productividad y mientras esto subsista no hay salida para el Ecuador. Esta es la cuestión de fondo.
Al haberse extinguido el excedente monetario del petróleo no hay recursos en el Presupuesto Nacional sino para vegetar, porque la dependencia del facilismo petrolero nos adormeció y escondió los desafíos frente a los cuales reaccionar. Todo esto ha impedido la predictibilidad que es un factor decisivo de las expectativas económicas que determinan las decisiones de invertir.
Además la falta de política cambiaria rigidiza el manejo económico y establece una permanente desventaja frente a países que manejan con libertad su moneda propia, por lo que nuestras exportaciones seguirán siendo caras si no hay una verdadera revolución en materia de productividad. La dolarización ya es una verdad de destino en el Ecuador y exige: que produzcamos cada vez más por hectárea cultivada, bienes industriales buenos y baratos con incorporación nuevas tecnologías y duplicar pronto los ingresos por turismo. Si el trabajador no es mejor cada día no podrá recibir mejores salarios, porque ya no hay el excedente petrolero que disimule las ineficiencias.
En este atraso ha tenido mucho que ver la calidad de los gobiernos de las últimas décadas. A la inestabilidad política que cambiaba presidentes con frecuencia inusitada se ha sumado la demagogia permanente que trabaja solo con obsesión electoralista. Entonces no hemos podido ni podremos sincerar los precios represados de la economía y, así, el enanismo político nos llevará a la consolidación de un populismo contraproducente que empobrecerá más a los pobres.
Se cree que con un gobierno de derecha se acabará la hostilidad contra los empresarios y estos traerán su dinero para invertir productivamente. Pero a invertir en qué, pues no hay proyectos productivos grandes, de alto impacto en la modernización de la estructura productiva. No sabemos cuáles serán las actividades de alta rentabilidad que seduzcan al capital nacional o extranjero, en un país que tiene un tercio del medio circulante en billetes por temor a la desdolarización.
Entonces no habrá progreso social ni crecimiento económico auténticos y los ingresos de los ecuatorianos se estancarán y en algunos casos disminuirán. Ya no habrá dinero para sostener el número de profesores buenos, de médicos idóneos, de soldados, de policías, de burócratas bien preparados y el tamaño de nuestra economía se achicará, mientras la población y el desempleo seguirán creciendo.