Ya ni los datos oficiales conmueven y no se miden las dimensiones de los hechos cuando está en juego la vida de las personas. En esta sociedad indiferente solo se preocupan cuando les llega el turno de la agresión y allí despiertan. Un alto jefe policial decía hace poco en Ecuadoradio que más del 76 % de los últimos asaltos son con agresiones e incluso se han cobrado la vida de inocentes ecuatorianos. La pregunta es ¿qué le pasó al país, que ha entrado en esta espiral de violencia? ¿Cuánto afecta e incide la penetración del narcotráfico, que hace negocios en el Ecuador como plataforma internacional del delito, como califica el experto Fernando Carrión?
Definitivamente hay que estar conscientes de que hace rato el Ecuador dejó de ser una isla de paz para transformarse en un país en donde la violencia se enseñorea en medio de discursos políticos y la promesa de enfrentar el problema con el endurecimiento de las penas a aprobarse en el proyecto del Código Orgánico Penal Integral cuando muchos ni siquiera entienden todo el contenido que se ha propuesto. Se requiere la reforma y actualización penal pero la respuesta es tardía y tampoco va a solucionar todo el problema. La familia ecuatoriana, al menos aquellos que no cuentan con la cobertura que recibe un alto funcionario público, vive en zozobra, con temor y terror, muchos encerrados con barrotes en sus casas.
Los hechos, no las palabras, demuestran los niveles de violencia que vive el país. Alarma conocer que el microtráfico de drogas se extiende a mercados, parques y establecimientos educativos y eso obliga a tomar medidas preventivas a partir de las familias, los maestros y al unísono de las autoridades de seguridad para reprimir el mal.
La prevención, vital para enfrentar este mal, está aún en construcción, cuando se requiere emprender una gran campaña, dentro de una política de Estado inexistente, para lo cual se debe hacer uso de la comunicación oficial porque allí están los verdaderos enemigos y opositores de la sociedad. El país requiere el concurso de todos los sectores, el público y el privado, para lograr un acuerdo urgente y clamoroso por lo menos en este tema, que tiene en zozobra a la familia ecuatoriana. Pero eso está lejos por los niveles de desconfianza y de polarización de posiciones que se vive y la falta de entendimiento del problema, de saber escuchar y procesar las demandas, incluidas las de quienes critican las políticas actuales. Por sobre eso están el bien común y el interés general.
Lastimosamente la miopía política no permite ver más allá y se dedican esfuerzos y recursos, con el uso de una administración de justicia que no ampara a la sociedad y que actúa al ritmo del discurso oficial, aunque cuente con una moderna infraestructura en construcción que hay que destacarla, pero eso no es todo.