¡Hasta dónde hemos llegado!

El martes pasado, este Diario publicó una noticia abrumadora: en el sur de Quito, en la ciudadela Atahualpa, un joven grafitero que se hallaba en plena faena fue atacado y falleció por asfixia según el reporte médico legal . ¡Hasta dónde hemos llegado!

Un clima de exasperación el que se vive en Quito, y que va en aumento. En tanto en Guayaquil y en Loja, por poner dos ejemplos, los grafiteros han desaparecido, en la Ciudad Capital pocas son las fachadas y murallas que no hayan sido violadas por quienes pretenden expresarse, pintura en mano, por medio de garabatos misteriosos que no conducen a nada, pues no implican mensaje alguno como no ser el de manchar, joder en último término. Los grafiteros de frases agudas e ingeniosas han desaparecido. Quedan los que manchan inclusive los murales, algunos de mérito, que hay en nuestra ciudad.

A la ‘carita de Dios’ se la ve sucia por donde se la mire. No se crea que la acción de los grafiteros se concentre en los barrios periféricos. Resido en una urbanización equidistante entre Conocoto y San Rafael. Para llegar a mi lugar de trabajo debo pasar por la avenida Ilaló. De ahí por la Rumiñahui y la Oriental hasta la av. Patria, en adelante hasta la Plaza Indoamérica. Llego al Instituto de Diagnóstico Médico con el ánimo por los suelos, exasperado, humillado y ofendido. Desde el comienzo hasta el final, una ciudad sucia, tercermundista, africana. Los grafiteros se han ensañado en la muralla que rodea la Casa de la Cultura Ecuatoriana. A lo mejor esos garabatos sí llevan un mensaje, el de los nihilistas quiteños: ¡que todo se vaya al carajo! A la m…, digamos. No se ha sabido que en Guayaquil o en Loja se hayan producido transformaciones políticas como para haber llegado a la paz social, a la paz de los espíritus. ¿A qué responde el ánimo de los grafiteros quiteños?

Ya que hemos hablado de la av. Patria, la de mayor significado para nuestro país, y de la CCE Benjamín Carrión, lo que se ve en cuanto a labor municipal es una vergüenza sin justificación y más en el tramo comprendido entre la 6 de Diciembre y la Gran Colombia: ‘jardineras’ destrozadas, pues nadie pensó que los arbolitos que fueron plantados iban a crecer, el reino de los quicuyos, de setos de flores no hablemos, han desaparecido, pisoteados o porque nadie los regó. Frente al Hotel Colón, los pedestales de los bustos de dos educadores, también grafiteados. En la calle Versalles, antes de llegar a la Pérez Guerrero, un espacio relativamente grande que ni para potrero serviría. Me estoy refiriendo a lo que veo todos los días.
Que Guayaquil y Loja, los ejemplos, han sido objeto de la gran labor de sus municipios no hay duda alguna. ¿Los grafiteros quiteños serán un subproducto del abandono en la que se halla la maltratada Carita de Dios? El señor Rodas tiene la palabra.