Todos se preguntan qué hará el Gobierno ahora que tiene el control absoluto del Estado. Pero hay otra pregunta igualmente importante que pocos se han hecho: ¿habrá oposición política? Y, si la hay, ¿qué tipo de oposición será? El instrumental analítico desarrollado por el politólogo Vladmir Gel’man sobre el movimiento opositor ruso durante la época de Putin -lean ‘Political Opposition in Russia: A Dying Species?’- puede ser útil para responder esas preguntas: Los grupos económicos y la mayoría de gremios ecuatorianos serán parte de lo que Gel’man denomina la ‘oposición estructural’. Ellos utilizarán recursos legales y legítimos -propuestas de ley, declaraciones de prensa y ‘lobby’ en general- para criticar los errores de la gestión oficial, pero harán todo esto sin dejar de aprovechar las oportunidades de negocio que la economía y el Gobierno les ofrezca. En pocas palabras, la ‘oposición estructural’ tendrá un rol político más bien pasivo, como ha sido su tónica todo este tiempo.
En la oposición ‘no estructural’ -siempre según la taxonomía de Gel’man- estarán minorías como la indígena, ciertas organizaciones no gubernamentales y grupos de activistas que, sin cuestionar el modelo político vigente ni sus principales estrategias, querrán expresar su descontento en torno a temas como el manejo medioambiental o la inseguridad ciudadana. A diferencia de la ‘oposición estructural’, este grupo pudiera estar dispuesto a organizar movilizaciones de protesta por ciertas medidas. Pero estas amenazas podrían ser fácilmente desactivadas por el Régimen mediante amenazas de fuerza, prebendas o una combinación de ambas.
La ‘oposición principal’, es decir la que busca un cambio de modelo político porque es ideológicamente contraria al Gobierno, estará, por tanto, sola y acorralada en la Asamblea. Ninguno de los miembros de esa oposición podrá legislar y, peor aún, fiscalizar la gestión oficial.
Así que su tarea opositora deberá realizarse principalmente en las tribunas públicas y en los medios de comunicación independientes. Podrán, a lo sumo, apalancarse en quienes votaron a su favor, en su gran mayoría, ciudadanos políticamente poco movilizados.
Vistas así las cosas, hay el riesgo no sólo de que el movimiento opositor ecuatoriano siga siendo irrelevante, sino incluso de que desaparezca de la escena política ecuatoriana. Quienes resultaron electos a la Asamblea y aquellos candidatos que perdieron tienen la obligación ineludible de formar una sola coalición. El país tiene este último recurso para no convertirse en una dictadura de partido único al estilo del PRI, en México. Por mucho que les cueste, todos esos líderes deberán aprender a trabajar en equipo. De eso dependerá que permanezcan políticamente vivos.