Haití: conciencia de América

Haití ha sido el primer país latinoamericano en alcanzar su independencia de un  poder colonial europeo a comienzos de 1800. Se adelantó a todos, pero aquello solo ha quedado para las estadísticas y el recuerdo. Hoy, esta nación caribeña azotada por terremotos y huracanes es por sobre todo, la exhibición más impúdica de los efectos devastadores  que pueden producir  la ignorancia, la  corrupción y los gobiernos autoritarios. Es un Estado fallido, cualquier intento que se haga desde la  comunidad internacional no será suficiente para construir una nación que funcione en beneficio de quienes hoy creen más apasionadamente en el vudú  que en cualquier institución del Estado. Si los haitianos no deciden derrotar a sus demonios internos, aquellos que lo han sometido a dictaduras crueles, a experimentos místicos y a una sucesión de fracasos, nada podrá funcionar en provecho de sus millones de desheredados a los que el último sismo solo terminó por mostrarnos el lado más trágico de una sucesión de fracasos. No cabe en Haití ni oportunismos políticos ni pillerías económicas, solo hay espacio para un compromiso serio entre la comunidad internacional y el gobierno haitiano para construir los pilares de un estado que acometa los verdaderos retos de esa nación una de las más pobres. Esta nación nos grita, desde su atraso educativo, la urgente necesidad de colocar los cimientos que  promuevan liderazgos creativos capaces de generar respuestas a las interrogantes que, diariamente, desde la sobrevivencia plantean millones de sus habitantes.

 No puede seguir siendo una oportunidad económica para unos cuantos militares latinoamericanos, que custodian recursos estratégicos mientras el país sigue siendo incapaz de desarrollar la mínima estructura de distribución de las donaciones internacionales. No sería raro que unos cuantos nuevos millonarios emerjan próximamente de entre los millones de dólares que en forma de donación o dinero en efectivo han llegado hasta Haití en las últimas semanas.

No hemos escuchado hasta ahora que, ni gobierno de ese país ni la comunidad internacional, estén hablando el lenguaje que requiere hoy la reconstrucción de ese intento fallido de nación que es Haití. Solo hay tiempo para  exculpaciones, críticas y agradecimientos generales, pero poco en el sentido de proponer un proyecto mundial que tenga  a ese país caribeño como referencia de éxito en la organización y estructura de una idea de nación. Si no logra América Latina primero y el mundo después hacer un poderoso llamado en torno a acabar la triste condición mendicante que ha rodeado a Haití,  no habremos transformado la más dura lección  en una oportunidad y, por lo tanto, seguirá siendo por mucho tiempo más: la conciencia negra de  Latinoamerica.

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