'Hable con el guardia'

Uno va por la calle en su vehículo. Llega a una intersección con el semáforo en verde, pero no puede pasar. ¿Por qué no? Porque los conductores de los vehículos en la calle transversal siguieron avanzando, cuando todavía tenían el semáforo a su favor, pero no había suficiente espacio para que crucen toda la intersección. Resultado: bloqueados todos.

Descubrí un plagio en un trabajo académico hace unas semanas. Cuando confronté a la estudiante que lo había cometido, su primer comentario fue "¡No me haga esto!" expresión que me parecería apropiada si yo le hubiese estado asaltando. Luego, me pidió que ignore el plagio y "no sea malo," como si la "maldad" que había de por medio hubiese sido mía.

Mi esposa y yo caminábamos por el estacionamiento de un centro comercial y vimos a una joven pareja bajarse de un automóvil estacionado en un espacio reservado para minusválidos. Arriesgándome a ser criticado por meterme en lo que no me corresponde, les dije: "Ustedes no son minusválidos. ¿Por qué se estacionan ahí?". Con gesto de evidente contrariedad, la joven me respondió: "Hable con el guardia".

Estos son solo tres ejemplos, escogidos al azar, de una actitud común en nuestra sociedad: "No es mi culpa, no asumo responsabilidades hacia otros, y no me molesten".

Hoy comenzamos un nuevo año. Me he preguntado qué es lo que más quisiera que cambie entre nosotros. Es esa actitud. Si lográsemos cambiarla, es extraordinario lo que podríamos lograr. Millones de esposas maltratadas podrían vivir sin el terror de nuevos golpes y nuevas humillaciones. Millones de niñas y jóvenes mujeres abusadas, muchas de ellas por sus propios padres, hermanos o tíos, dejarían de sentir permanente dolor, angustia y vergüenza. Cientos de miles de niños abandonados tendrían la seguridad, el afecto y la protección que tan desesperadamente necesitan. Profesores desarrollarían mentes libres, no sumisas e inconscientes. Los bosques no seguirían desapareciendo. Los ríos no serían alcantarillas abiertas, venenosas y malolientes. Nuestros debates públicos volverían a ser sanos intercambios de criterios divergentes que pudieran orquestarse en consensos duraderos y soluciones verdaderas.

Pero por ahora no vivimos en el paraíso en el que algunos dicen que vivimos. El tráfico es muchos peor de lo que pudiera ser porque, con ocasionales excepciones, los conductores bloquean a los de la calle transversal sin siquiera lograr algún beneficio. Estudiantes cometen plagio, jóvenes se estacionan en espacios para minusválidos, hombres maltratan a sus esposas y violan a sus hijas, profesores imponen criterios, los bosques se talan, las aguas contaminadas van a los ríos, y las discrepancias se vuelven confrontaciones, o se callan.

Y a quienes cuestionamos o reclamamos, nos dicen, simplemente: "Hable con el guardia".

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