Seguiré hablando, expresándome, diciendo y por último, lo que nadie puede acallar, ni controlar, ni sancionar pensaré y re pensaré, por mi cuerpo correrán las ideas, las críticas, la desesperación, la angustia hasta que rompa las barreras del miedo, de este estado en el que un país entero se ha sumergido ante las desmedidas y descontroladas actuaciones del responsable, de aquel que no se da cuenta que, como yo y todo el resto de ecuatorianos, sólo estamos hechos de carne y hueso y no somos invencibles ante el paso del tiempo. Además, los errores, los abusos, la misma prepotencia se acumulan y suman hasta el día en que nos convirtamos en cenizas. Vendrá el juzgamiento final, no sólo el de Dios, sino el de la historia que con los años podrá medir las consecuencias de los actos presentes.
Los humanos tenemos como derecho innato el de comunicarnos, el de estar de acuerdo o en desacuerdo con quienes nos rodean, con lo que nos circunda, con las circunstancias que sólo podemos juzgar cada uno.
De bebés lloramos cuando tenemos hambre y nadie nos castiga, de niños gritamos cuando nos lastimamos y nadie nos lo prohíbe, de adultos, ya con la experiencia, nos expresamos maduramente, unos más duros que otros y nadie, por más título que ostente, tiene derecho a no permitirnos disentir.
Quien no tiene miedo acepta la crítica, la llama constructiva y la usa para crecer, para corregir si ha errado. Quien no tiene complejos no se asusta y reacciona agresivamente, aprende de aquello que le dicen sus congéneres, más aún si estos le dieron la posibilidad de llegar al sitial más alto. Quien es grande y vive la madurez aprende de lo bueno que le dicen y de las quejas que recibe. Sabe, porque así es la vida, que si ha sufrido, ha perdido, conocido la lucha, se ha caído, esto lo ha reforzado convirtiéndolo en un ser único y no un león enfurecido y a la defensiva. Será un gran hombre porque para levantarse habrá crecido en sensibilidad y comprensión, en la aceptación de la frágil naturaleza humana que necesita de la libre comunicación.
Gritaré, no me callaré porque la vida me ha llevado por caminos con espinas de rosas y me ha enseñado que escuchando a quienes más me critican, aprendo y crezco. Lloraré angustiada por el silencio que se nos ha impuesto. Me desprenderé del miedo porque sólo me paraliza y no me permite seguir creciendo. Hablaré, escribiré, pensaré porque es mi derecho como ser humano y lo que me diferencia de los animales que simplemente siguen al que más fuerza demuestra porque tiene todo el poder en sus manos. Seguiré creciendo en el convencimiento de que la libertad de expresión me hace quien soy y hace libre a un país, mi país, Ecuador, que nunca debió estar en la lista de países que preocupan a la SIP por la falta de un elemental derecho.