No se necesitaba ser pitonisa ni mucho menos para saber que la noticia internacional de esta semana, la reconciliación de Caracas con Bogotá, tenía un guión perfectamente escrito y estudiado. Todos los convidados ganaron: Uribe, Chávez y Santos. Ganaron hasta María Holguín y Nicolás Maduro.
Primer ganador: Álvaro Uribe. El Presidente saliente de Colombia tenía que hacer una demostración de fuerza frente a Chávez por dos razones: la primera para demostrar internamente que él le puede aguar la fiesta a su sucesor y que seguirá reinando en Colombia muy a pesar de no estar en el Palacio de Nariño. La segunda, por cuestiones básicas de negociación con Hugo Chávez. Quería demostrar -y lo hizo- que puede dar golpes certeros y mediáticos a nivel internacional, tan o más importantes que Chávez y cobrarse todos los epítetos y agravios que le propinó su complicado Presidente vecino.
Segundo ganador: Hugo Chávez. Por razones de política interna, un pleito de esta magnitud con Colombia le trae réditos. En medio de la escasez, la falta de empleo y el descontento por su revolución, no le cayó nada mal una señal -bastante mediática por cierto- de que la tan anunciada y nunca cumplida guerra del Imperio a través de territorio colombiano podía hacerse realidad. Su oposición le ayudó significativamente en esta empresa: se puso del lado colombiano diciendo que al Gobierno venezolano deberían juzgarlo en La Haya. De paso midió apoyos con su bloque de la Alba y particularmente del Ecuador. ¡Mejor imposible!
Tercer ganador: Juan Manuel Santos. Vaya que este pleito y la consiguiente reconciliación le prodigó su primer gran triunfo interno como Presidente de Colombia. Él y nada más que él logró una rápida reconciliación que puede hacer olvidar por un rato a los empresarios colombianos que Venezuela -como es usual- les debe más de USD 1 500 millones por exportaciones desde hace bastante tiempo. El gesto de reconciliación le ganó también la buena prensa de diferenciarse de un autócrata internacional como Uribe y tener su propio sello distintivo en lo internacional, al también acercarse rápidamente al Ecuador.
Finalmente, la canciller María Ángela Holguín demostró ya sus dotes de estratega negociadora, al dejar que las cosas caigan lo suficiente como para apuntarse un resultado apoteósico. Nicolás Maduro se cayó para arriba: a pesar de su desaire a Unasur, logró que su jefe se salga con la suya. Los golpes de efecto se han instalado en la política exterior latinoamericana. Espero que en la política exterior ecuatoriana sean conscientes de los golpes rápidos de esta nueva diplomacia de pantallas y micrófonos y se den cuenta cuando están estorbando en el guión. A veces hay solo segundos para tomar buenas decisiones. Y este fue uno de los casos emblemáticos donde quedamos descolgados en la cinematografía de director ajeno.